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lunes, 27 de enero de 2014

Una invernada entre los hielos - Cap III. Destello de esperanza

Como la época en que el bergantín emprendió el viaje era la estación más favorable para navegar, la tripulación iba confiada en llegar pronto al lugar del naufragio.
El plan de Juan Cornbutte estaba, naturalmente, trazado. Confiaba arribar a las islas Feroe, adonde el viento del Norte podía haber impelido a los náufragos, y, si adquiría la certidumbre de que no habían sido recogidos en puerto alguno de aquellos parajes, llevaría sus investigaciones más allá del mar del Norte, y registraría toda la costa occidental de Noruega, hasta Bodö, que era el lugar más próximo al naufragio, y, si era preciso, iría más lejos aún.
Andrés Vasling creía, por el contrario, que debían explorarse las costas de Islandia; pero Penellán le recordó que, cuando ocurrió la catástrofe, venía del Oeste la borrasca, lo que, además de dar la esperanza de que los desgraciados no hubieran sido arrastrados hacia la vorágine del Maelström, permitía suponer que hubieran sido arrojados a la costa de Noruega.
Y se resolvió, al fin, seguir el litoral todo lo más cerca posible para reconocer, si los había, los vestigios de su paso.
Estaba Juan Cornbutte, al día siguiente de la partida, abismado en profundas reflexiones, con la cabeza inclinada sobre un mapa, cuando advirtió que se apoyaba en su espalda una manecita, al mismo tiempo que una voz dulce le decía a su oído:
¡Tenga mucho ánimo, querido tío!
El viejo marino volvióse inmediatamente y quedóse estupefacto al ver a María que le rodeaba el cuerpo con los brazos.
¡María! ¡Mi hija a bordo! ‑exclamó.
Bien puede la mujer ir a buscar a su marido, cuando el padre se embarca para salvar a su hijo.
‑¡Desgraciada! ¿Cómo es posible que puedas soportar nuestras fatigas? ¿Sabes que tu presencia puede dificultar nuestras explora-ciones?
‑No las entorpecerá, querido tío, porque soy fuerte.
‑¡Quién sabe adónde seremos arrastrados, María! Mira este mapa. Nos acercamos a parajes que son muy peligrosos hasta para los marinos endurecidos en las fatigas del mar. ¿Qué va a ser de ti, débil criatura?
‑Pero, querido tío, tenga en cuenta que pertenezco a una familia de marinos, que estoy acostumbrada a oír los relatos de luchas y de tempestades, y que estoy al lado de usted y de mi viejo amigo Penellán.
‑¡Penellán! Él es quien te ha ocultado a bordo.
‑Sí, querido tío, pero solamente lo ha hecho cuando se convenció de que yo estaba dispuesta a pasarme sin su ayuda.
‑¡Penellán! ‑gritó Juan Cornbutte.
El bretón acudió en seguida.
‑Penellán, es imposible deshacer lo hecho; pero no olvides que eres responsable de la vida de María.
‑Esté usted tranquilo, capitán ‑dijo el Marinero. La muchacha es fuerte y valerosa y será nuestro ángel guardián. Y, además, mi capitán, ya conoce usted mi opinión: cuanto en el mundo ocurre es lo mejor que puede ocurrir.
La joven se instaló en un camarote que la tripulación dispuso inmediatamente para ella, esforzándose por hacerlo lo más cómodo posible.
Ocho días después, llegó La Joven Audaz a las islas Feroe, donde se hicieron minuciosas investigaciones que resultaron inútiles. En aquella costa no sólo no había sido recogido ningún náufrago ni se había visto resto alguno de buque, sino que hasta la noticia del suceso era completamente desconocida.
En su consecuencia, el 10 de junio prosiguió su viaje el bergantín, después de haber permanecido diez días en la citada costa.
Como el estado de la mar era bueno y el viento firme, La Joven Audaz fue rápidamente impelida a las costas de Noruega, donde se hicieron exploraciones, que también resultaron infructuosas.
En vista de ello, resolvió Juan Cornbutte dirigirse a Bodö, donde esperaba, por lo menos, avenguar el nombre del buque naufragado, en cuyo auxilio habían acudido el capitán Luis y sus dos marineros.
Efectivamente, el bergantín ancló el 30 de junio en dicho puerto, donde las autoridades entregaron a Juan Cornbutte una botella recogida en aquella costa.
Dentro de esta botella fue hallado un documento, redactado del modo siguiente:

"Hoy, 26 de abril, a bordo del Frooern, después de haber sido alcanzados por una chalupa de La Joven Audaz, somos arrastrados por las corrientes hacia los hielos. ¡Que Dios se apiade de nosotros!"

Leído el documento, Juan Cornbutte cayó de rodillas para dar gracias a Dios, que lo había puesto en camino de encontrar a su hijo.
El Frooern era una goleta noruega, de la que no se tenían ya noticias y que evidentemente había sido arrastrada hacia el Norte.
Era necesario apresurarse, por lo que, hechos los preparativos necesarios, La Joven Audaz quedó pronto en disposición de arrostrar los innumerables peligros que los mares polares ofrecen. El carpintero Fidel Misonne examinó escrupulosa y detenidamente el bergantín, para asegurarse de que estaba sólidamente construido y podía resistir el choque de las masas de hielo.
Penellán, que había sido pescador de ballenas en los mares árticos, se cuidó de la provisión de mantas de lana, ropas forradas de pieles, zapatillas de piel de foca y la madera necesaria para construir trineos cuando hubiera que correr sobre las llanuras de hielo.
Además, para el caso de que hubiese necesidad de invernar en algún punto de la costa groenlandesa, se adquirieron grandes cantidades de alcohol y de hulla; se consiguió reunir, a costa de grandes esfuerzos, cierta cantidad de limones para evitar y curar el escorbuto, esa enfermedad terrible que suele diezmar las tripulaciones en las regiones glaciales, y se aumentaron en tal proporción las provisiones de carnes saladas, galletas y aguardiente, que, llena completamente la despensa, ocuparon parte de la bodega, donde también se guardó mucho pemmican, preparación india que contiene muchos alimentos nutritivos concentrados en poco volumen.
No se olvidó Juan Cornbutte de proveer a La Joven Audaz de sierras para cortar el hielo, y de picos y cuñas para separar los trozos, reservándose el cuidado de adquirir en la costa de Groenlandia los perros que se necesitaran para arrastrar los trineos.
La tripulación desplegó gran actividad en hacer todos estos preparativos, al mismo tiempo que seguían escrupulosamente los consejos de Penellán, quien los decidió a no usar ropa de lana, a pesar de que la temperatura era muy baja en aquellas latitudes situadas más allá del círculo polar.
Pero el timonel no se limitaba a dar consejos, sino que, además, observaba muy atentamente los actos más insignificantes de Andrés Vasling, holandés que, aunque era excelente marino y había hecho ya dos viajes a bordo de La Joven Audaz, no se sabía de dónde había venido. En realidad de verdad, no podía censurársele todavía nada, a no ser lo solícito que se mostraba con la joven María; pero, esto no obstante, Penellán lo vigilaba muy de cerca.
Con tanta actividad trabajó la tripulación, que el 16 de julio, quince días después de haber llegado a Bodö, el bergantín estaba armado y en disposición de emprender el viaje, precisamente en la época favorable para intentar hacer exploraciones en los mares polares.
Hacía dos meses que había empezado el deshielo, y Juan Cornbutte podía llevar las investigaciones más allá.
La Joven Audaz, pues, aparejó y emprendió la marcha hacia el cabo Brewster, que se encuentra en la costa oriental de Groenlandia, a los setenta grados de latitud.

1.016. Verne (Julio)

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