Como la época en que el bergantín
emprendió el viaje era la estación más favorable para navegar, la tripulación
iba confiada en llegar pronto al lugar del naufragio.
El plan de Juan Cornbutte estaba,
naturalmente, trazado. Confiaba arribar a las islas Feroe, adonde el viento del
Norte podía haber impelido a los náufragos, y, si adquiría la certidumbre de
que no habían sido recogidos en puerto alguno de aquellos parajes, llevaría sus
investigaciones más allá del mar del Norte, y registraría toda la costa
occidental de Noruega, hasta Bodö, que era el lugar más próximo al naufragio,
y, si era preciso, iría más lejos aún.
Andrés Vasling creía, por el
contrario, que debían explorarse las costas de Islandia; pero Penellán le
recordó que, cuando ocurrió la catástrofe, venía del Oeste la borrasca, lo que,
además de dar la esperanza de que los desgraciados no hubieran sido arrastrados
hacia la vorágine del Maelström, permitía suponer que hubieran sido arrojados a
la costa de Noruega.
Y se resolvió, al fin, seguir el
litoral todo lo más cerca posible para reconocer, si los había, los vestigios
de su paso.
Estaba Juan Cornbutte, al día
siguiente de la partida, abismado en profundas reflexiones, con la cabeza
inclinada sobre un mapa, cuando advirtió que se apoyaba en su espalda una
manecita, al mismo tiempo que una voz dulce le decía a su oído:
¡Tenga mucho ánimo, querido tío!
El viejo marino volvióse
inmediatamente y quedóse estupefacto al ver a María que le rodeaba el cuerpo
con los brazos.
¡María! ¡Mi hija a bordo! ‑exclamó.
Bien puede la mujer ir a buscar a
su marido, cuando el padre se embarca para salvar a su hijo.
‑¡Desgraciada! ¿Cómo es posible que
puedas soportar nuestras fatigas? ¿Sabes que tu presencia puede dificultar
nuestras explora-ciones?
‑No las entorpecerá, querido tío,
porque soy fuerte.
‑¡Quién sabe adónde seremos
arrastrados, María! Mira este mapa. Nos acercamos a parajes que son muy
peligrosos hasta para los marinos endurecidos en las fatigas del mar. ¿Qué va a
ser de ti, débil criatura?
‑Pero, querido tío, tenga en cuenta
que pertenezco a una familia de marinos, que estoy acostumbrada a oír los
relatos de luchas y de tempestades, y que estoy al lado de usted y de mi viejo
amigo Penellán.
‑¡Penellán! Él es quien te ha
ocultado a bordo.
‑Sí, querido tío, pero solamente lo
ha hecho cuando se convenció de que yo estaba dispuesta a pasarme sin su ayuda.
‑¡Penellán! ‑gritó Juan Cornbutte.
El bretón acudió en seguida.
‑Penellán, es imposible deshacer lo
hecho; pero no olvides que eres responsable de la vida de María.
‑Esté usted tranquilo, capitán ‑dijo
el Marinero. La muchacha es fuerte y valerosa y será nuestro ángel guardián. Y,
además, mi capitán, ya conoce usted mi opinión: cuanto en el mundo ocurre es lo
mejor que puede ocurrir.
La joven se instaló en un camarote
que la tripulación dispuso inmediatamente para ella, esforzándose por hacerlo
lo más cómodo posible.
Ocho días después, llegó La Joven Audaz a
las islas Feroe, donde se hicieron minuciosas investigaciones que resultaron
inútiles. En aquella costa no sólo no había sido recogido ningún náufrago ni se
había visto resto alguno de buque, sino que hasta la noticia del suceso era
completamente desconocida.
En su consecuencia, el 10 de junio
prosiguió su viaje el bergantín, después de haber permanecido diez días en la
citada costa.
Como el estado de la mar era bueno
y el viento firme, La
Joven Audaz fue rápidamente impelida a las costas de
Noruega, donde se hicieron exploraciones, que también resultaron infructuosas.
En vista de ello, resolvió Juan
Cornbutte dirigirse a Bodö, donde esperaba, por lo menos, avenguar el nombre
del buque naufragado, en cuyo auxilio habían acudido el capitán Luis y sus dos
marineros.
Efectivamente, el bergantín ancló
el 30 de junio en dicho puerto, donde las autoridades entregaron a Juan
Cornbutte una botella recogida en aquella costa.
Dentro de esta botella fue hallado
un documento, redactado del modo siguiente:
"Hoy, 26 de abril, a bordo del
Frooern, después de haber sido alcanzados por una chalupa de La Joven Audaz ,
somos arrastrados por las corrientes hacia los hielos. ¡Que Dios se apiade de
nosotros!"
Leído el documento, Juan Cornbutte
cayó de rodillas para dar gracias a Dios, que lo había puesto en camino de
encontrar a su hijo.
El Frooern era una goleta
noruega, de la que no se tenían ya noticias y que evidentemente había sido
arrastrada hacia el Norte.
Era necesario apresurarse, por lo
que, hechos los preparativos necesarios, La Joven Audaz quedó
pronto en disposición de arrostrar los innumerables peligros que los mares
polares ofrecen. El carpintero Fidel Misonne examinó escrupulosa y
detenidamente el bergantín, para asegurarse de que estaba sólidamente
construido y podía resistir el choque de las masas de hielo.
Penellán, que había sido pescador
de ballenas en los mares árticos, se cuidó de la provisión de mantas de lana,
ropas forradas de pieles, zapatillas de piel de foca y la madera necesaria para
construir trineos cuando hubiera que correr sobre las llanuras de hielo.
Además, para el caso de que hubiese
necesidad de invernar en algún punto de la costa groenlandesa, se adquirieron
grandes cantidades de alcohol y de hulla; se consiguió reunir, a costa de
grandes esfuerzos, cierta cantidad de limones para evitar y curar el escorbuto,
esa enfermedad terrible que suele diezmar las tripulaciones en las regiones
glaciales, y se aumentaron en tal proporción las provisiones de carnes saladas,
galletas y aguardiente, que, llena completamente la despensa, ocuparon parte de
la bodega, donde también se guardó mucho pemmican, preparación india que
contiene muchos alimentos nutritivos concentrados en poco volumen.
No se olvidó Juan Cornbutte de
proveer a La Joven
Audaz de sierras para cortar el hielo, y de picos y cuñas
para separar los trozos, reservándose el cuidado de adquirir en la costa de
Groenlandia los perros que se necesitaran para arrastrar los trineos.
La tripulación desplegó gran
actividad en hacer todos estos preparativos, al mismo tiempo que seguían
escrupulosamente los consejos de Penellán, quien los decidió a no usar ropa de
lana, a pesar de que la temperatura era muy baja en aquellas latitudes situadas
más allá del círculo polar.
Pero el timonel no se limitaba a
dar consejos, sino que, además, observaba muy atentamente los actos más
insignificantes de Andrés Vasling, holandés que, aunque era excelente marino y
había hecho ya dos viajes a bordo de La Joven Audaz , no se sabía de dónde había
venido. En realidad de verdad, no podía censurársele todavía nada, a no ser lo
solícito que se mostraba con la joven María; pero, esto no obstante, Penellán
lo vigilaba muy de cerca.
Con tanta actividad trabajó la
tripulación, que el 16 de julio, quince días después de haber llegado a Bodö,
el bergantín estaba armado y en disposición de emprender el viaje, precisamente
en la época favorable para intentar hacer exploraciones en los mares polares.
Hacía dos meses que había empezado
el deshielo, y Juan Cornbutte podía llevar las investigaciones más allá.
1.016. Verne (Julio)
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