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domingo, 22 de diciembre de 2013

El primer destilador

Un pobre mujik se fué al campo a labrar sin haber almorzado. Llevaba una rebanada de pan que había cogido en su casa. Dejó la rebanada al pie de un arbusto, la tapó con su caftán y comenzó la tarea. Se cansó el caballo y el mujik tuvo hambre. Entonces, dejó el arado, desunció al animal para que pastara y fué hacia el arbusto, con intención de comerse el pan. Levantó el caftán, pero no encontró la rebanada. La buscó por aquí y por allá, volvió el caftán, lo sa­cudió, pero todo fué inútil: la rebanada no aparecía. Sorprendido, el mujik se dijo: "¡Qué cosa tan extraña! No he visto a nadie y, sin embargo, alguien se ha llevado mi pan."
Mientras el mujik araba, un diablillo le había robado la rebanada y, sentado tras del arbusto, esperó para ver si, en su ira; iba a nombrar al diablo. El mujik se entristeció:
-¡Qué le hemos de hacer! No me moriré de hambre. Sin duda, el que se ha llevado mi pan lo necesitaba. ¡Que le aproveche, pues!
Después de decir estas palabras, se dirigió al pozo, bebió agua, descansó unos momentos, unció al caballo y rea­nudó su tarea.
El diablillo estaba confuso, por no haber podido hacer pecar al mujik, y fué a hablar con su jefe. Se presentó ante él y le contó cómo había robado el pan al mujik y como éste, en lugar de ponerse furioso, había dicho: "¡Que le aproveche, pues!" El jefe se enfadó mucho.
-Si el mujik te ha vencido en este asunto, tú mismo has tenido la culpa. Señal de que no has sabido manejarte. Ten en cuenta que si los mujiks y sus mujeres toman esa costumbre, no ten­dremos razón de existir. Esto no puede quedar así. Vuelve a casa del campesino y gánate el pan. Si de aquí a tres años no lo has vencido, te bañaré en agua bendita.
Asustado, el diablillo volvió corriendo a la tierra y reflexionó sobre el modo de reparar su falta. Tras de mucho ca­vilar, se le ocurrió lo que debía hacer. Se convirtió en un hombre y entró al servicio del pobre mujik. Le aconsejó que sembrara trigo en tierras pantano­sas, previendo que el verano iba a ser seco.
El mujik obedeció, y sembró trigo en las tierras pantanosas.
El sol ardiente quemó la mies de los demás campesinos. En cambio, la del pobre mujik brotó densa y hermosa. Lealcanzó para alimentarse hasta la nueva cosecha. El verano siguiente, el hom­bre aconsejó a su amo que sembrara trago en las tierras altas; y precisamente aquel año fué lluvioso. Todos perdieron la osecha, que se pudrió por la hu­melad; en cambio, el mujik recogió trigo abundante y le sobró más que el año anterior. No sabía qué hacer con él.
Entonces, el hombre enseñó al mujik a fabricar vodka. El mujik la hizo; em­pezó a beber y a obsequiar a los demás.
El diablillo fué a ver a su jefe, ante quien se alabó de haberse ganado su pan. El jefe fué a casa del campesino para convencerse de ello, y vió que éste había invitado a los ricos del pueblo para obsequiarlos con vodka. La dueña de la casa servía la bebida; y sucedió que, al dar la vuelta a la mesa, tropezó y derramó el contenido de un vaso.
Fuera de sí, el mujik regañó a su mujer, diciendo:
-¡Tonta de todos los diablos! ¿Aca­so es agua de fregar, para que la derra­mes por los suelos?
El diablillo dió un codazo a su jefe.
-¡Fíjate! Ahora sí que no podría su­frir que le quitaran un pedazo de pan.
Después de haber reñido a su mujer, el mujik empezó a servir a sus invita­dos. En aquel momento, entró un mujik pobre, que venía de trabajar, y a quien no habían invitado. Saludó a todos, se sentó y al ver que los demás bebían, sintió deseos de beber para confortarse. Estuvo sentado largo rato tragando sa­liva; pero el dueño de la casa no le ofre­ció nada. Y hasta murmuró:
-¿Acaso puede uno fabricar vodka suficiente para obsequiar a todos?
Esto agradó al jefe de los diablos. El diablillo no dejaba de alabarse
-Espera, aún habrá más.
Bebieron los mujiks. ricos y bebió el dueño de la casa. Y empezaron a alabar­se unos a otros, dirigiéndose palabras
melosas. Tras de escuchar un rato, el je­fe de los diablos felicitó al diablillo.
-Esta bebida los vuelve tan hipó­critas, que se engañarán unos a otros y los tendremos a todos en nuestras manos.
-Espera -replicó el diablillo. Aho­ra verás lo que va a pasar. Aguarda a que beban otro vasito. Ahora parecen unos zorros que mueven la cola al verse juntos y tratan de engañarse; pero pron­to se enfurecerán como lobos.
Los mujiks bebieron otro vasito y se pusieron a gritar y a hablar de un modo grosero. En lugar de las palabras me­losas de antes, se dijeron injurias; y, fuera de sí, acabaron pegándose y ara­ñándose las narices. El dueño de la casa intervino también en la pelea y recibió una serie de porrazos.
El jefe de los diablos seguía mirando.
-Esto va muy bien -dijo, muy com­placido, al diablillo.
-Espera, aún habrá más. Aguarda a que beban otro vasito. Ahora están en­furecidos como lobos; pero en cuanto beban más, se pondrán como cerdos-re­plicó éste.
Los mujiks bebieron el tercer vaso, y quedaron completamente atontados. Mur­muraban palabras ininteligibles y grita­ban, sin saber lo que decían y sin escu­charse unos a otros.
Finalmente se separaron. Cada cual se fué por su lado, unos solos, otros por parejas o por grupos de tres; y todos cayeron, cuan largos eran, en las calles del pueblo. El dueño de la casa salió a despedir a sus invitados y cayó de bruces en un charco, se manchó de barro de pies a cabeza , y allí quedó tendido, gruñendo como un cerdo.
Esto gustó aún más al jefe de los diablos.
-Verdaderamente, has inventado una magnífica bebida. Te has ganado el pan. Dime: ¿cómo has fabricado ese bre­baje? Sin duda has puesto en él, primero, sangre de zorro, y por eso los mu­jiks se volvieron astutos como ese ani­mal; después, sangre de lobo, que los volvió crueles; y, por último, sangre de cerdo, que los ha tran-sformado en puer­cos.
-No; no lo he hecho así -declaró el diablillo. Me he limitado a hacer que ese mujik tuviera trigo de sobra. La sangre de esas fieras ha estado siempre en el hombre, pero no se ha manifestado mientras no le alcanzaba el trigo. En­tonces era cuando el campesino no lamentaba haber perdido su último men­drugo. En cambio, en cuanto empezó a tener trigo de sobra, no supo qué hacer para divertirse. Y yo le enseñé a beber vodka. Cuando se puso a destilar, convir­tiendo el don de Dios en vodka para su placer, se reveló en él la sangre de zorro, de lobo y de cerdo. Ahora lo úni­co que hace falta es que continúe be­biendo y será siempre una fiera.
El jefe de los diablos felicitó al dia­blillo, le perdonó su falta y lo ascendió en jerarquía.

1.013. Tolstoi (Leon)

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