Una pobre mujer tenía una
hija llamada Masha. Una mañana, cuando iba por agua, Masha vió un hatillo
envuelto en un trapo, junto a la puerta de su casa. Dejó los cubos en el suelo
y desató el hatillo. En cuanto tocó el trapo que lo envolvía, alguien hizo.
"Ua, ua, ua." Y Masha vió que era un recién nacido. Estaba muy
colorado y gritaba : "¡Güé, güé, güé!" La niña lo llevó a su casa,
donde le dió a beber leche a cucharadas.
-¿Qué has traído? -preguntó
su madre.
-Un niño recién nacido,
que encontré en la puerta.
-Somos muy pobres. ¿Cómo
vamos a alimentarlo? Voy a decir al alcalde que lo recoja.
-Mamaíta, quedémonos con
él, ya verás cómo no va a comer mucho -exclamó Masha, echándose a llorar. Fíjate
qué arrugadas y qué coloraditas tiene las manos.
La madre de Masha miró al
recién nacido y le dió lástima de él. Consintió en que se quedara. Desde
entonces, Masha fajaba al pequeño, le daba de comer y le cantaba canciones para
dormirlo.
Cuento para niños
1.013. Tolstoi (Leon)
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