Era la época de la
cosecha. Los hombres y las mujeres habían ido al campo. En la aldea quedaban
sólo los viejos y los niños. En una isba se hallaba una abuelita, con sus tres
nietos. Después de encender la estufa, la vieja se echó a descansar. Se tapó
la cabeza con una toalla para preservarse de las moscas, y, en breve, se quedó
dormida. Su nietecita Masha, una niña de tres años, abrió la estufa y, sacando
una brasa con un tiesto roto, se la llevó al zaguán. Los mujeres habían dejado
allí montones de haces de trigo, para atarlos en gavillas. Masha puso la brasa
debajo de los haces; y empezó a soplar. Al ver que se prendían, muy contenta,
volvió a la isba a buscar a
su hermanito Kiriuska, de año y medio, que acababa de aprender a andar.
-Mira, Kiriusha, cómo he
encendido la estufa -dijo.
Los haces ardían
crepitando. Cuando el zaguán se llenó de humo. Masha, muy asustada, corrió a la
isba. Kiriusha se cayó en el umbral,
se hizo daño en la nariz, y empezó a llorar. Masha le ayudó a entrar en la isba y ambos se escondieron debajo de un
banco. La abuelita no había oído nada y seguía durmiendo. El hermano mayor,
Vania, que tenía ocho años, estaba en la calle. Al ver el humo corrió al
zaguán. Atravesando la humareda, penetró en la isba para llamar a su abuelita.
Esta se despertó sobresaltada y, perdiendo la cabeza, olvidó a los niños. Se
lanzó a la calle a buscar gente. Masha seguía debajo del banco,
en silencio; pero el pequeñín gritaba, porque le dolía la nariz. Al oírlo,
Vania miró debajo del banco, y gritó a Masha:
-¡Sal de ahí! ¡Corre!
La niña se precipitó hacia el zaguán,
pero el humo y las llamas le impidieron pasar. Entonces volvió sobre sus
pasos. Vania abrió la ventana; y dijo a su hermana que saliera por ella. Cuando
la niña lo hubo hecho, agarró al pequeño para arrastrarlo tras de sí. Pero el
niño pesaba mucho, y no se dejaba llevar. Lloraba empujando a Vania, que cayó
dos veces antes de llegar a la ventana. La puerta de la isba se había prendido
ya. Vama sacó la cabeza de su hermanito por la ventana, pero el pequeño se
había asustado mucho y, agarrándose con las manitas al alféizar, no lo soltaba.
Entonces Vania gritó a Masha:
-¡Agárralo por la cabeza y tira de él!
Y empujó al niño desde dentro. Así fué
como lo sacaron por la ventana.
Cuento para niños
1.013. Tolstoi (Leon)
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