Segunda historia
Había una vez una
pobre joven sirvienta, que era muy industriosa y limpia, y barría la casa todos
los días, y vaciaba todo lo recogido en un montón al frente de la puerta.
Una mañana justo
cuando iba para su trabajo, encontró una carta en el montón, y como ella no
sabía leer, puso la escoba en la esquina, y llevó la carta a su patrón y
patrona, y resultó que era una invitación de los duendes, en la que le pedían a
la muchacha que llevara por ellos un niño a bautizar. La joven no sabía que
hacer, pero al final, después de mucha persuasión, y que los patronos le
dijeran que no era correcto rechazar una invitación de esa clase, ella
consintió.
Entonces tres
duendes vinieron y la llevaron a una cueva en la montaña, donde las pequeñas
creaturas vivían. Allí todo era pequeñito, pero tan elegante y bello que no
podría describirse. La madre del niño yacía en una cama de ébano negro,
ornamentado con perlas, los edredones estaban bordados con hilos de oro, la
cuna era de marfil, y el baño era de oro. La muchacha estuvo como madrina, y
luego deseó regresar a su casa de nuevo, pero los pequeños duendes
urgentemente la convencieron para quedarse tres días más con ellos.
Así que se quedó, y
pasó el tiempo placenteramente a gusto, y los pequeños amigos hicieron lo que
pudieron para hacerla feliz. Por fin se puso en camino de regreso. Entonces de
primero le llenaron sus bolsillos de monedas, y enseguida la condujeron fuera
de la montaña. Cuando
ella llegó a la casa, quiso comenzar su trabajo de nuevo, y tomó en sus manos
la escoba, que aún estaba en la esquina donde la dejó, y empezó a barrer.
Entonces unas personas desconocidas salieron de la casa, y le preguntaron ¿qué
quién era ella, y qué hacía allí? Y es que ella no estuvo, como pensó, tres
días con los duendes, sino siete años, y entretanto sus antiguos patronos
habían fallecido.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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