Un hermanito jugaba con su
hermanita al borde de un manantial, y he aquí que, jugando, se cayeron los dos
adentro. En el fondo vivía una ondina, que les dijo:
-¡Ya os he cogido! Ahora vais
a trabajar para mí, y de firme. A la niña diole a hilar un lino sucio y
enredado, y luego la obligó a echar agua en un barril sin fondo; el niño hubo
de cortar un árbol con un hacha mellada. Y para comer no les daba más que unas
albóndigas, duras como piedra. Finalmente, los niños perdieron la paciencia y,
esperando un domingo a que la bruja estuviese en la iglesia, huyeron. Terminada
la función, al darse cuenta la ondina de que sus pájaros habían volado, salió
en su persecución a grandes saltos. Viéronla los niños desde lejos, y la
hermanita soltó detrás de sí un cepillo, que se convirtió en una montaña
erizada de miles y miles de púas, sobre las cuales hubo de trepar la ondina con
grandes trabajos; pero al final pudo pasarla. Entonces el muchachito dejó caer
un peine, que se convirtió en una enorme sierra con innumerables picachos; pero
también se las compuso la ondina para cruzarla. Como último recurso, la niña
arrojó hacia atrás un espejo, el cual produjo una montaña llana, tan lisa y
bruñida que su perseguidora no pudo ya pasar por ella. Pensó entonces: «Volveré
a casa corriendo, y cogeré un hacha para romper el cristal».
Pero al tiempo que iba y
volvía y se entretenía partiendo el cristal a hachazos, los niños habían tomado
una enorme delantera, y la ondina no tuvo más remedio que volverse, pasito a
paso, a su manantial.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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