Hubo una vez un rico
hacendado que tenía tres hijos, de los cuales los dos mayores eran muy hábiles
e inteligentes, pero el tercero no hablaba mucho y era humilde, y lo
llamaban Sencillón. Cuando el hacendado se avejentó y debilitó, empezó a pensar
sobre su final, y no sabía a cual de los hijos dejarle la hacienda. Entonces
los llamó y les dijo:
-"Vayan afuera,
y aquél que me traiga la alfombra más bella, será mi sucesor de la
hacienda."
Y como no hubo disputa
entre ellos, los llevó fuera del palacio, lanzó tres plumas al aire y dijo:
-"Irán en la
dirección hacia donde vayan las plumas."
Una voló hacia el
este, otra al oeste, pero la tercera voló hacia arriba y sin recorrer mayor
distancia, cayó de nuevo al suelo. Entonces uno de los mayores cogió hacia el
este, y el otro hacia el oeste, y se burlaron de Sencillón, que no le quedó más
que quedarse donde había caído la tercera pluma. Él se sentó en el suelo todo
triste, pero en eso vio que cerca de la pluma, en el suelo, se encontraba una
puerta levadiza. Levantándola la abrió, encontró unas gradas, y bajó por ellas.
Abajo llegó a otra puerta, tocó en ella y escuchó una voz adentro que decía:
-"Verdecita
doncellita, saltando aquí y allá, salta hacia la puerta, para
ver quien será."
La puerta se abrió,
y encontró a una grande y gorda rana, y a su alrededor un montón de
pequeñas ranitas. La gorda rana le preguntó que quería. Él le dijo:
-"Me gustaría
obtener la alfombra más bella y fina del mundo."
Entonces ella llamó
a una de las pequeñas y dijo:
-"Verdecita
doncellita, saltando aquí y allá, salta pronto y tráeme, la
gran caja hasta acá."
La ranita trajo la
caja, y la rana gorda la abrió, y le dio a Sencillón una alfombra tan fina y
tan bella, que en el mundo entero nadie podría tejer otra igual. Entonces le
agradeció el obsequio y subió de nuevo. Los otros hermanos, sin embargo,
juzgaron a su hermano tan ingenuo que creyeron que del todo no llevaría nada.
-"¿Por qué nos
vamos a molestar buscando tanto?" -se dijeron, y tomaron algunos pañuelos
rústicos hechos por las esposas de pastores que encontraron en el camino, y las
llevaron a casa del padre.
Al mismo tiempo
llegó Sencillón trayendo la bellísima alfombra, y al verla, el hacendado quedó
sorprendido, y dijo:
-"Si hay que
ser justo, la hacienda pertenecerá al menor."
Pero los otros dos
no dejaban a su padre en paz, diciendo que era imposible que Sencillón, quien
era torpe en muchas otras cosas, pudiera llegar a ser el nuevo hacendado, y lo
convencieron para que hiciera un nuevo acuerdo con ellos. Entonces el padre
dijo:
-"Aquél que me
traiga el anillo más bello, heredará mi hacienda."
Y los llevó afuera,
lanzó las tres plumas al aire y les indicó que las siguieran. Las de los dos
mayores fueron hacia el este y el oeste, y la de Sencillón subió y
cayó de nuevo al suelo, cerca de la puerta que ya conocía. Entonces bajo de
nuevo donde la rana gorda, y le dijo que deseaba el anillo más bello. De
inmediato ella ordenó traer la caja grande, y sacó de ella un hermoso anillo
con brillantes joyas, y era tan bello que ningún joyero sería capaz de hacer
algo semejante.
Mientras tanto los
dos hermanos mayores, gozaban de imaginarse a Sencillón en busca de un anillo
dorado. Y ellos no se molestaron demasiado. Tomaron el primer anillo que
encontraron en una tienda del pueblo y se lo llevaron al padre. Pero cuando
Sencillón presentó el anillo que él llevaba, el padre dijo de nuevo:
-"La hacienda
será para Sencillón."
Los dos mayores no
se rendían de atormentar al padre para que pusiera una tercera condición, que
sería dar la hacienda a quien trajera la mujer más hermosa a casa. Al fin
cedió, y de nuevo lanzó las tres plumas al aire, las que volaron como antes.
Entonces Sencillón,
sin más que hacer, bajó donde la rana gorda y le dijo:
-"Ahora tengo
que llevar a la mujer más bella a casa."
-"¡Oh!"
-contestó la rana, "¡La mujer más bella! A ella no la tengo a mano en este
momento, pero de todas maneras siempre la tendrás."
La rana le dio un
nabo ahuecado, y tirando de él, estaban seis ratones con sus arneses. Entonces
Sencillón preguntó, un poco confundido:
-"Pero, ¿qué
puedo yo hacer con eso?"
La rana contestó:
-"Simplemente
pon una de mis ranitas dentro del nabo."
Y tomando al azar
una de las ranitas que la rodeaban, la puso dentro del nabo. No más se había
sentado la ranita cuando el nabo se convirtió en un lujoso coche, y los ratones
en briosos caballos, y la ranita pasó a ser una bellísima doncella. Entonces
Sencillón la besó, y salió en el coche junto con ella a la casa del padre.
Los hermanos
llegaron al rato, quienes no trabajaron mucho buscando bellas muchachas. Traían
consigo a las primeras campesinas que encontraron en el camino. Cuando el
hacendado las vio a todas dijo:
-"Después de mi
muerte, la hacienda será de mi hijo menor."
Sin embargo los dos
mayores insistieron en algo más diciendo:
-"No podemos
consentir tan fácilmente que Sencillón sea el heredero. Queremos que aquél cuya
esposa pueda saltar a través de un anillo que cuelgue en el centro del salón, sea
finalmente el escogido."
Porque ellos
pensaban:
-"Nuestras
mujeres campesinas lo podrán hacer con facilidad, mientras que la refinada doncella
se caerá y se quebrará."
El padre aceptó esta
última propuesta. Entonces las dos campesinas saltaron a través del anillo, pero
eran tan corpulentas que cayeron y se maltrataron los brazos y las piernas.
Entonces, cuando le tocó el turno a la bella doncella que trajo Sencillón, ella
saltó, y saltó tan hábilmente como una rana sin sufrir el menor percance.
Entonces ya los
mayores no pusieron más oposición. Y Sencillón recibió la hacienda, y la supo
manejar con total acierto por el resto de su vida. Sus hermanos lo aceptaron
como el patrón, y vivieron en adelante en paz.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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