Llegó un día una zorra a un
prado donde había una manada de gansos gordos y hermosos y, echándose a reír,
dijo:
-Llego a punto, pues os
encuentro a todos reunidos tan lindamente, para merendarme uno tras otro.
Los gansos, asustadísimos,
pusieron el grito en el cielo, se alborotaron y se deshicieron en lamentaciones
y súplicas. Pero la zorra, cerrando los oídos a sus voces y quejas, dijo:
-¡No hay piedad, moriréis
todos!
Al fin, una de las aves cobró
ánimos y suplicó:
-Puesto que, infelices de
nosotros, hemos de renunciar a la vida, a pesar de nuestra juventud, concédenos
siquiera la gracia de rezar una oración para que no muramos en pecado. Después
nos colocaremos en fila para que puedas elegir a los más gordos.
-Bueno -admitió la zorra, -esto
es de razón y, además, es una petición piadosa. Orad y aguardaré.
Entonces comenzó el primero a
entonar una larga plegaria repitiendo «¡guac! ¡guac! ¡guac!», y, como nunca
terminaba, el segundo, sin aguardar su turno, empezó a su vez: «¡guac! ¡guac!
¡guac!», y siguieron luego el tercero y el cuarto, hasta que se pusieron todos
a graznar a la vez.
(Y cuando hayan terminado su
oración, proseguiremos el cuento, porque hasta ahora siguen rezando.)
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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