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lunes, 31 de diciembre de 2012

Una tarde a rezos (1)

TENGO un amigo, cuyo nombre no viene al caso, que además trabaja en la misma empresa que yo en calidad de Presidente
Cierto día me contó que le gustaba tratar con gentes de diferentes religiones, testigos de Jehová, mormones y demás. Tenía costumbre trabajar los sábados por la tarde en la oficina, por eso de que nadie te molesta. Al parecer, uno de estos sábados, se le presentó un mormón, el reverendo Smith, al cual ya conocía por habérselo encontrado en dos ocasiones anteriores, una en Barcelona y otra en Frankfurt.
Lo pasa a su despacho y transcurren las horas charlando so­bre temas de toda clase y, naturalmente, sobre el Reverendo John, fundador de tal secta en EEUU.
Cae la tarde y proceden a despedirse; pero antes de salir el reverendo Smith ruega al Presidente que le permita rezar por él. Calla mi Presidente, sentado en una silla. Cae de rodillas el buen mormón delante de él y reza. Un rayo de sol entrando por la ventana ilumina la escena otorgándole una belleza plástica.
Transcurridos unos días y estando hablando con la mujer de la limpieza, que aprovechaba también los sábados para limpiar, me comentó con el mayor sigilo:
-Ay, señorito, qué bueno debe ser nuestro Presidente.
¡Un santo!
Fíjese que el otro sábado cuando entré a limpiar su despacho había un señor de rodillas rezándole. Yo abrí la puerta muy despacio, y allí estaban, como le digo, y la volví a cerrar… y ellos ni enterarse. Como le digo, señorito, un santo… un verdadero santo.

1.009. Eguileor (Felix de)

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