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jueves, 21 de marzo de 2013

Cuento del mayordomo

Aquí empieza el cuento del mayordomo

Por Trumpington, no lejos de Cambridge, pasa un riachuelo, y sobre éste hay un puente; junto al arroyo se ve un molino. Y. cuenta que todo que os digo es la verdad misma. Hacía mucho tiempo que lo habitaba un molinero, que era orgulloso y lascivo como un pavo real. Sabía tocar la gaita, pescar, componer redes, tornear vasijas, luchar y tirar bien con el arco. Llevaba en su cinturón un largo cuchillo y una espada con la hoja muy afilada; en la faltriquera un lindo puñalito, y en sus calzas una navaja de Sheffield. No había hombre alguno que se atreviera a tocarle de miedo. Su cara era redonda, y chata su nariz. Tenía la cabeza tan pelada como un mono. Era un completo jaque de plazuela. Nadie se aventuraba a poner la mano sobre él, pues al punto juraba se las habría de pagar, no tardando. Era, en  realidad, un ladrón de grano y harina, astuto avezado al robo. Le llamaban Simoncín [1]  el desdeñoso. Tenía una mujer de ilustre origen, pues su padre era el cura de la ciudad. Con el objeto de que Simoncín se uniera a su linaje, ofrecióle aquél al mismo tiempo que su hija, gran cantidad de vajilla de bronce. Se había educado ella en un convento de monjas; porque era lo que decía Simoncín: yo no quiero por esposa sino a una doncella de buena crianza, capaz de mantener su condición de hacendada. Era orgullosa y atrevida como una picaza. Ambos ofrecían hermoso espectáculo: los días de fiesta iba él delante con su esclavina prendida alrededor del cuello, y ella le seguía con traje encarnado, llevando Simoncín unas calzas de lo mismo. Nadie se atrevía llamarla sino «señora». Ninguno había tan osado que, al ir por su camino, se atreviera a retozar o bromear con ella tan sólo una vez, a no ser que pretendiera morir bajo el cuchillo, el puñal o la daga de Simoncín..Porque los hombres celosos son peligrosos siempre; a lo menos quieren que sus mujeres lo crean así. Por otra parte, a causa de estar ella algún tanto manchada en su reputación, era tan repulsiva como el agua estancada, y llena de insolencia y desdén en su conducta. Pensaba que toda señora debía ceder ante ella, en vista de su linaje y de la educación que había recibido en el convento.
Ambos tenían sólo una hija de veinte años y un niño de seis meses, hermoso muchacho de cuna. La moza, fuerte y bien desarrollada, tenía la nariz roma y los ojos grises como el vidrio, anchas las cadera y los pechos redondos y abultados; sus cabellos eran realmente muy hermosos.
En vista de su belleza, el cura de la ciudad formó el propósito de instituirla heredera, tanto de sus bienes como de su casa, mostrándose exigente para su matrimonio. Su deseo era colocarla en elevada clase, uniéndola a sangre digna y de buena alcurnia; porque los bienes de la santa Iglesia deben ser empleados en la sangre que de ella desciende. Por consiguiente, él quería honrar su santa sangre aunque hubiera de devorar a la santa Iglesia.
El molinero tenía, sin duda, buenos derechos de molienda con el trigo y la cebada de todas las tierras del contorno. Había, particular-mente, un gran colegio en Cambridge, que se llamaba Soler-Hall, cuya cebada y cuyo trigo se llevaban a moler allí. Cierto día sucedió que el ecónomo.se puso enfermo de repente con un mal que le dio, llegándose a creer que moriría de seguro, por lo cual el molinero robó harina y grano al mismo tiempo, y cien veces más que antes, pues si bien en un principio robaba con miramiento, ahora, en cambio, era ladrón desaforado, por cuyo motivo el director le reprendía y le amenazaba. Pero al molinero no le importaba un comino [2]  y decía y juraba descaradamente en alta voz que eso no era cierto.
En el colegio del que os acabo de hablar residían en aquella ocasión dos jóvenes estudiantes pobres. Eran decididos y amigos de divertirse, y sólo por buen humor y por jarana rogaron con insistencia al director les diese permiso, no más que por breve tiempo, para ir al molino y presenciar la molienda del grano; y con valor se atrevieron a poner su cuello a que el molinero no les robaría media cuartilla de grano, ni con astucia ni por la fuerza. El director, por fin, les concedió licencia. Juan se llamaba el uno y Alano el otro: ambos habían nacido en, una ciudad denominada Strother, allá en el Norte, no sé en qué lugar.
Alano preparó todos los arreos, y colocó en seguida el saco en un caballo, e inmediatamente partieron los dos estudiantes, llevando buena espada y adarga al flanco. Juan sabía el camino; así que no necesitaron guía, y al llegar al molino descargó el saco. Alano fue el primero que habló.
-«¡Salud, Simón! ¿Cómo. están tu hermosa hija y tu mujer?»
-«¡Bien venido, Alano, por mi vida! -dijo Simoncín, y Juan también. ¿Qué bueno os trae ahora por aquí? »
-«Por Dios, Simón dijo Juan-, no hay nada como la necesidad; preciso es que se sirva a sí mismo el que no tiene criado, o de otro modo es un loco, como dicen los doctos. Nuestro ecónomo me temo que muera: de tal modo le están doliendo siempre las muelas. Por esta razón venimos Alano y y yo, para moler nuestro grano y llevarlo a casa de nuevo. Te ruego nos despaches cuanto antes. »
-«Así se hará, a fe mía -respondió Simoncín.
¿Y qué vais a hacer vosotros mientras se termina?»
-«¡Por Dios -dijo Juan, yo me pondré muy cerca de la tolva, para ver cómo entra el grano; pues, por mi padre, aun no he visto el vaivén de aquélla.» Y Alano dijo:
-Si tú quieres hacer eso, Juan, entonces yo y ¡por la coronilla de mi cabeza¡, me colocaré debajo, y veré cómo cae en el dornajo la harina; esa será mi diversión. Porque créeme, Juan, estoy como tú estás, y soy tan mal molinero como tú.
El molinero sonrió al ver su simplicidad, y pensó: «Todo esto no es sino artificio; ellos imaginan que nadie puede engañarles; pero, con todo, si me sale bien, yo ofuscaré su vista, a pesar de todos los planes de su filosofía. Cuanto más peregrinas sean las  invenciones que ellos pongan por obra, tanto más robaré yo cuando cobre. En vez de harina les voy a dar salvado. «Los mejores escolares no son los hombres más sabios», como en otro tiempo dijo la yegua al lobo, «y a toda su arte no le doy el valor de una simiente de cizaña.»
Cuando le pareció tiempo oportuno, salió afuera muy callada y secretamente; miró por una y otra parte, hasta que dio con el caballo. de los estudiantes que estaba atado detrás del molino, bajo un emparrado, y hacia él se encaminó alegre Y decidido. Despojóle rápidamente de la brida, y apenas el caballo se vio libre echó a andar en dirección a la laguna, por donde corren las yeguas salvajes, y se alejó relinchando a través de los descampados y de la espesura.
El molinero volvió y no dijo una sola palabra, sino que concluyó su tarea y se puso a bromear Con los estudiantes, hasta que su grano estuvo bien y perfectamente molido. Y luego que hubo metido la harina en el saco y atado éste, salió Juan; mas al ver que su caballo se había escapado, empezó a gritar:
-«¡Auxilio! ¡Ay de mí! ¡Nuestro caballo,se ha perdido! ¡Alano, por los huesos de Dios, anda, hombre, adelántate en seguida¡ ¡Ay, nuestro director ha perdido su corcel»
Alano olvidó por completo el grano y la harina su economía se le fue de la imaginación.
-«Pero ¿qué camino ha tomado?» -gritó.
La mujer llegó jadeando en una carrera, y exclamó:
-«¡Eh, vuestro caballo se ha ido al pantano con las yeguas salvajes, tan deprisa como ha podido! ¡Maldita la mano que le ató de esa manera y que pudo haber anudado mejor la rienda¡
-«¡Ay de mi! -dijo Juan-. ¡Alano, por la pasión de Cristo, quítate la espada, que yo me desprenderé también de la mía¡ Bien sabe Dios que soy tan ligero como un corzo. ¡Por el corazón de Dios, no se nos escapará¡ ¿Por qué no llevaste la jaca al granero? ¡Qué mala suerte, por Dios! ¡Alano, eres un idiota!»
Los inocentes estudiantes Alano y Juan echaron a correr muy deprisa hacia la laguna. Y cuando el molinero vio que habían desaparecido, cogió media fanega de su harina y mandó a su mujer que amasara con ella una torta, añadiendo: «Me parece que los estudiantes estaban recelosos; sin embargo, un  molinero puede hacer la barba a un estudiante, a pesar de toda su malicia. Déjales ahora que sigan su camino. Mira por donde van ellos. Sí, que se diviertan los niños. No lo recuperan tan fácilmente, ¡por mi coronilla!»
Los pobres estudiantes corrían en todas direcciones, gritando: «¡Cuidado, cuidado¡ ¡Quieto, quietos ¡Por aquí abajo! ¡Atención por detrás! ¡Ve y silba tú, que yo lo aguardaré aquí!-En resumen: aunque ellos hicieron grandes esfuerzos, no pudieron recobrar su jaca hasta muy entrada la noche. Corría velozmente sin cesar; pero en una zanja la cogieron por fin.
Cansado y chorreando, como . animal bajo la lluvia, volvía el pobre Juan, y con él Alano.
-«¡Ay! -exclamaba aquél-: ¡desdichado el día en que nací! Ahora seremos blanco de desprecio y de la chacota. Nos han robado el grano; nos tendrán por tontos el director y todos nuestros compañeros y especialmente el molinero, ¡ah!.
Así se lamentaba Juan, mientras iba camino al molino, llevando con su mano a Bayardo. Encontró al molinero sentado junto al fuego, y como era de noche y no podían seguir adelante, le pidieron por amor de Dios, alojamiento y cama a cambio de su dinero.
El molinero les dijo:
-Si alguno hay, cualquiera que sea Mi casa es pequeña; pero vosotros habéis aprendido ciencias y con vuestros argumentos podéis convertir un espacio de veinte pies de ancho en un lugar de mil. Veamos ahora si aquel espacio les puede bastar o habrá que hacerlo capaz con discursos, según vuestra costumbre.»
-«¡Bien, Simón! -dijo Juan-.. ¡Por San Cubertino3[3] , siempre estás de buen humor! He ahí una hermosa respuesta. Yo he oído decir que se debe elegir una de estas dos cosas: o tomar lo que se encuentra!: o lo que se trae. Pero sobre todo te ruego, querido huésped, que nos pongas algo de comer y dé beber. y nos des conversación; pues de veras que te pagaremos bien. Con las manos vacías no se puede atraer al halcón: he aquí nuestra plata, dispuesta a que se le dé salida.»
El molinero envió a su hija a la ciudad  por pan y cerveza, les asó un ganso, amarró su caballo de modo que no pudiera soltarse, y en su misma habitación les aderezó una cama, con sábanas y mantas bien dispuestas.
puestas, a diez o doce pasos de su propio lecho. Precisamente en el mismo cuarto estaba la cama de su. hija. para ella sola, al lado de la anterior; no podía ser de otro modo, por razón de que allí no había estancia más espaciosa. Cenaron y charlaron para distraerse, sin dejar de beber cerveza fuerte a más y mejor, y hacia la medianoche se retiraron a descansar.
Bien barnizó el molinero su cara: de tan bebido estaba pálido, y no encarnado. Hipaba y hablaba por la nariz, como si tuviera ronquera o resfriado de cabeza. Metióse en el lecho, y con él su mujer, la cual estaba tan juguetona y vivaracha como una urraca: de tal manera había humedecido su alegre gargüero. La cuna fue colocada a los pies de su lecho para mecer y dar de mamar al niño. Y una vez apurado todo el contenido del jarro, se fue en seguida a la cama la muchacha, y al lecho fuéronse también Alano y Juan. Y no hubo más; ellos no necesitaban soporífero.
Tanta cerveza había trincado el molinero, que durante su sueño roncaba como un caballo, y no se preocupaba de su cola de detrás4[4]. Su mujer llevaba el acompañamiento con gran brío, y su ronquido se podía oir a dos estadios. La muchacha roncaba también par compagnie.
Alano el estudiante, que escuchaba esta melodía, tocó con el codo ligeramente a Juan, y le dijo:
-«¿Duermes? ¿Has oído tú jamás, antes de ahora, .canto semejante? ¡Vaya, y qué completas entonan entre todos! ¡Caiga sobre sus cuerpos una erisipela! ¿Quién escuchó nunca cosa tan extraña? ¡Sí, tengan ellos el peor fin! En toda la larga noche no podré descansar. Sin embargo, no importa: no hay mal que por bien no venga. Porque, Juan -añadió- te juro por mi prosperidad que, como yo Pueda, me he de acostar con la chica. Alguna ventaja nos ha dado la ley; pues hay una, Juan, que dice que si algún hombre es perjudicado en cualquier cosa, será compensado en otra. En suma: no cabe dudar que nos han robado nuestro grano, y nos han hecho un mal servicio durante todo el día; y como quiera que yo no he de obtener ninguna indemnización, quiero. sacar algún provecho a cambio de mi pérdida. ¡Por el alma de Dios, no ha de ser de otra manera!».
Juan respondió:
-«Alano, ten cuidado; que el molinero es hombre peligroso, y si despierta de su sueño, puede hacer con nosotros alguna villanía.»
Alano replicó:
-«No me importa una mosca.»
Y levantándose, se deslizó insensiblemente al lado de la muchacha, que estaba echada de espaldas dormía profundamente, hasta que él se colocó tan cerca, antes que ella pudiese advertirlo, qué habría sido tarde para gritar. Y dicho sea en pocas palabras ellos se pusieron de acuerdo. ¡Diviértete, ahora, Alano, que voy a hablar de Juan!
El cual permaneció quieto durante breves momentos, quejándose y lamentándose. «¡Ay! -decía-Esto es una mala chanza; ahora sí que puedo asegurar que no soy más que un necio. Todavía "mi compañero dispone de algo que alivie su mal, pues tiene entre sus brazos a la hija del molinero. El se ha arriesgado y ha satisfecho su deseo, pero yo estoy en la cama como un saco de basura. Y cuando esta burla se refiera más adelante, me tendrán por tonto, por un pazguato. ¡Por vida mía, voy a levantarme y a arriesgarme! «Quien no se aventura no pasa la mar»5[5], como suele decirse.»
Y se levantó, y dirigiéndose calladamente hacia la cuna, la cogió con sus manos y la trasladó sin armar ruido a los pies de su cama. Poco después la mujer dejó de roncar, despertóse y se levantó a orinar; mas al volver de nuevo, no acertaba a dar con la cuna: anduvo a tientas de acá para allí, pero sin encontrarla. «¡Vaya! –dijo- casi me había perdido; por poco me voy a la cama de los estudiantes. ¡Ah, benedicte!: buena la hubiera hecho entonces. Y siguió adelante hasta que encontró la cuna. Y sin dejar de palpar ante sí con sus manos, dio con la cama, y no pudo sospechar mal, porque la cuna estaba junto a ella. Por. otra parte, hallábase a oscuras, y no sabía por dónde andaba; así que, sin recelo y con la mayor tranquilidad, se metió en la del estudiante y permaneció muy quieta, pretendiendo coger el sueño. Sin pérdida de tiempo,.Juan el estudiante se incorporó y cayó sobre la buena mujer. Tan agradable ocasión no se le había presentado a ella hacía muchos años, y él se portó con la audacia y brutalidad de un loco. Y en esa diversión perduraron los dos estudiantes, hasta que el gallo cantó tres veces.
Alano sintióse cansado al apuntar la aurora por sus afanes de aquella larga noche, y así se expresó:
-«¡Adiós, Magdalenita, dulce criatura! Ha llegado el día, y no puedo permanecer: aquí más tiempo; pero por siempre jamás, adondequiera que yo vaya, a pie o a caballo, seré tu solo estudiante: ¡así tenga yo la gloria!»
-«Vete, pues, querido amigo -dijo ella- ¡Adiós! Pero antes que te vayas, deseo comunicarte una cosa: cuando te marches a casa y pases junto al molino encontrarás en la parte de atrás, junto a la puerta de entrada, una torta de media fanega, que está amasada con tu propia harina, la cual ayudé a robar a mi padre, ¡Buen Amigo, Dios te salve y te proteja!»
Y al decir estas palabras, faltó poco para que  ella se echase a llorar.
Alano se levantó pensando: «Antes que sea de día quiero ir a acostarme con mi compañero.» Y su mano tropezó  de pronto  con la cuna.
-«¡Por Dios! -se dijo-, voy completamente extraviado; tengo la cabeza desvanecida por las fatigas de esta noche, y he aquí la causa de que no camine derecho. La cuna bien me indica que voy perdido; aquí están el molinero y su mujer.»
Y siguió avanzando -¡por vida de veinte diablos!-hacia el lecho donde el molinero yacía. El creyó deslizarse junto a su compañero Juan; pero se acomodó de seguida al lado del molinero, y cogiéndole por el cuello, le dijo en voz baja:
-«Tú, Juan: despierta, mentecato, por el alma de Cristo, y escucha una buena diversión; pues, por el señor que se llama Santiago, que en esta breve noche he gozado tres veces de la hija del molinero, que se hallaba echada de espaldas, mientras tú has estado temeroso como un cobarde.»
-«¿De veras, falso bribón, has hecho eso? -chilló el molinero-. ¡Ah, pérfido traidor, falso estudiante -exclamó-: ¡tú morirás, por la Divina Majestad! ¿Quién ha sido el audaz que se ha atrevido a deshonrar a mi hija, que procede de tal linaje?
Y cogió a Alano por la nuez de su garganta, y éste, a su vez, le agarró colérico y le asestó un puñetazo en la nariz. Corrió un río de sangre por su pecho, y ambos, con boca y narices magulladas, rodaron por el suelo como dos cerdos dentro de un saco. Se levantaron para volver a revolcarse en seguida, hasta que el molinero resbaló en una piedra y cayó de espaldas sobre su mujer, que nada sabía de esta loca pelea, pues se había quedado dormida hacía un momento con Juan el estudiante, que veló toda la noche. mas con la caída despertó sobresaltada, y
-«¡Socorro, Santa Cruz de Bromholm!6[6] -gritó-. ¡In manus tuas! ¡Señor, yo te invoco¡ ¡Despierta, Simón! El demonio ha caído sobre nosotros; mi corazón está destrozado. ¡Auxilio! ¡Yo me muero¡ Alguien hay aquí sobre mi vientre y sobre mi cabeza. ¡Socorro, Simoncín, que los pérfidos estudiantes se pelean!»
Juan saltó del lecho tan rápidamente como pudo, y púsose a palpar las paredes en todas direcciones para buscar algún palo; ella brincó también, y como conocía los rincones mejor que Juan, encontró al instante un palo junto a la pared. Vio el ligero resplandor de una luz, pues a través de una abertura entraba la claridad de la luna, merced a la cual vislumbró a los dos, aunque sin poder distinguirlos separadamente. Notó, sin embargo, que sus ojos veían cierta cosa blanca, y cuando ella trató de inquirir qué sería, vínole a las mientes que el estudiante tenía puesto un gorro de dormir. Y armada con el se fue acercando, acercando, y cuando creyó tener bien a su alcance a Alano, descargó tales en el pelado cráneo del molinero, que cayó éste gritando: «¡Socorro! ¡muerto soy!»
Los estudiantes le zurraron a su sabor, dejándole en tierra; se vistieron, tomaron su caballo sin tardanza, juntamente con la harina, y emprendieron su camino, sin olvidarse de coger en el molino la torta de media fanega de harina, que estaba muy bien cocida. Así fue apaleado el orgulloso molinero y perdió la molienda del trigo, y pagó toda la cena de Alano y Juan, quienes le vapulearon de lo lindo; su mujer fue deshonrada, y su hija ni más ni menos. ¡Ved que aconteció a un molinero por falso¡ Porque es muy verdadero el proverbio que dice: «haces. mal: espera otro tal», y «el que va por lana, vuelve trasquilado.
¡Y Dios, que se sienta con majestad en lo alto, guarde a toda esta compañía, así a grandes como a pequeños!
De este modo he pagado al molinero con mi cuento.

Aquí termina el cuento del Mayordomo

1.008. Chaucer (Geoffrey),




[1] El texto: Simkin, diminutivo de simón
[2] El texto: Tare , especie de cizaña
[3] Santo del norte de Inglaterra, de donde eran los estudiantes
[4] Por las ventosidades que dejaba escapar.
[5] Con este refrán castellano hemos traducido el adagio inglés Unhardy is unsely  (el cobarde, el tímido es desventurado).
[6] En Norfolk, donde se guardaba un trozo del lignum crucis.

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