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jueves, 21 de marzo de 2013

El anciano y los jovenzuelos

Desde su adolescencia había labrado la tierra y cuidado sus frutales, y ahora en la ancianidad más avanzada, seguía plantando árboles cuya fruta casi seguramente no probaría...
-"¡Pero, abuelito, cómo se imagina que esas plantitas de ciruelo, de nogal, de cerezo, de peral y manzano, que con tanto trabajo va ingiriendo en el suelo remojado, van a crecer, echar flores y dar fruto sazonado en un año o dos, que serán, a lo sumo, los que le quedan aún por vivir! ¡Pase todavía que plan­te jazmines, rosales, jacintos, siemprevivas, camelias, o si le san preferibles, cebollas, arvejas, alcauciles, zanahorias, gar­banzos... pero frutales! ¿No sería también mejor añadir un alero a la casona? En unas cuantas semanas ¡listo el pollo! Pe­ro esos frutales... tendría usted que ser un Matusalén ¡ca­ramba! para abrigar la esperanza de comer su fruto. Menos mal que sus nietos los aprovecharán... y nosotros con ellos".
-"Eso serás¡ Dios quisiere, muchachos: en el campo san­to hay centenares de niños, adolescentes, jóvenes y hombres maduros que yo acompañé a su última morada entonando el Cantate pueri para unos, y el Miserere para otros. Me diréis que eso pudo ser antaño, pero que hogaño las cosas han cam­biado mucho para mí, y añadiréis que ni los cuidados del por­venir, ni tampoco las grandes empresas, son para mis años. Pero ¿estáis seguros de que convienen más a vuestra edad? No olvidéis el refrán que dice: "tan pronto se va el cordero como el carnero"; no olvidéis que la rueda de la vida es como la de la fortuna que anda más lista que una rueda de molino y los que ayer estaban en pinganitos, hoy están por los suelos; pero ¿quién piensa,en eso? Como reza la copla:

"Desde el día que nacemos
A la muerte, eaminamos :
No hay cosa que más se olvide
Y que más cierta tengamos".

"Yo no me olvido, jóvenes, y sin dejar de recordar las pa­sadas ilusianes, los errores ¡ay! cometidos, prosigo mis traba­jos, gozando desde ya del placer que mis biznietos tendrán sa­boreando las manzanas quejo, quizás, no veré. ¿Estáis seguros vosotros de hartaros con ellas, después de haberme acompañado a mi última mansión? ¿Es acaso imposible que yo os sobrevi­va? Nadie nos lo puede asegurar, pero es lo cierto que la pró­rroga que nos conceden las parcas a vosotros y a mí se aseme­jan por su brevedad... Como canta el poeta:

"En un ínstante saltamos
Lo que en años no anduvimos;
En un mundo nos dormimos
Y en otro nos despertamos".

-"¡Sabe mucho usted, abuelito! La juventud es poco ex­perimentada, y cree muchas cosas; su homilía es de primera, y dudamos que el cura rector le pueda echar el pie delante, aunque es doctor por Roma, pero en fin, y para que vea que también nosotros sabemos echar coplas como buñuelos, dejemos esto aquí...

"Y no entremos
En más apreciaciones;
Ya pasó la Cuaresma
Para sermones".

Y se alejaron bulliciosamente, pensando muy de veras que el pobre anciano debía de estar reblandecido por la edad y los achaques.
En poco más de un año los tres mozalbetes habían dejado de existir: uno se ahogó cierta tarde de verano mientras se chanceaba con otros compañeros sobre la; chochez de los viejos; el segundo sentó plaza de soldado, y en un reencuentro perdió la vida; el último, que había permanecido en la aldea, cayó de un árbol cierto día de invierno y se descalabró.
El anciano labriego los acompañó al cementerio cantando el Miserere, lloró sobre los tres desaparecidos, y con la venia del párroco, escribió en el Libro de los Difuntos el infausto suceso.

1.087.1 Daimiles (Ham) - 017


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