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domingo, 18 de agosto de 2013

La zarevna ánade gris

Eranse un zar y su esposa que tenían dos hijos: el zarévich Dmitri y la zarevna María. Al cuidado de ésta había ayas y niñeras, pero ninguna lograba hacerla dormir. Unicamente su hermano lo conseguía: llegaba junto a su cuna y se ponía a cantar.

Ea, ea, mi linda hermanita,
ea, ea, que es muy bonita...
Cuando crezca se casará
con el zarévich Iván...

La niña cerraba los ojitos y se quedaba dormida.
Al cabo de los años, el zarévich Dmitri fue a visitar al zarévich Iván. Se pasó en su palacio tres meses, jugando y divirtiéndose. Al despedirse, le invitó a que le devolviera la visita.
-Gracias. Así lo haré.
De vuelta a palacio, Dmitri tomó un retrato de su hermana y lo colgó encima de su cama. Era tan linda la zarevna, que se habría pasado la vida contemplándola.
De repente se presentó el zarévich Iván a devolverle la visita a Dmitri y penetró en sus aposentos cuando estaba dormido. Nada más ver el retrato de la zarevna María, Iván se enamoró de ella. Obcecado por los celos, desenvainó la espada y la levantó sobre la cabeza de Dmitri. Pero no quiso Dios que cometiera un crimen. Como si alguien le hubiera avisado, el zaréuích Dmitri se despertó en ese instante y preguntó:
-¿Qué vas a hacer?
-Voy a matarte.
-¿Por qué, zarévich Iván?
-¿Es éste el retrato de tu prometida?
-No. Es el de mi hermana, la zarevna María.
-¿Cómo no me habías hablado nunca de tu hermana? Yo no podré ya vivir sin ella.
-Muy bien: cásate con ella y seremos hermanos.
Iván se echó en brazos de Dmitri y los dos zaréviches se pusieron de acuerdo en todo.
El zarévich Iván volvió a su palacio para preparar la boda, mientras Dmitri disponía un viaje para llevar a María a su prometido. Partieron en dos barcos: en uno iba el hermano y en el otro la hermana con un aya y su hija. Los barcos estaban ya en alta mar cuando el aya le dijo a la zarevna María:
-Quítate ese precioso vestido y acuéstate sobre este lecho de plumas. Descansarás mejor.
La zarevna se quitó el vestido; pero, en cuanto se tendió en el lecho de plumas, el aya pegó una ligera palmada sobre su blanco cuerpo, convirtién-dola en un ánade gris que emprendió el vuelo y escapó del barco hacia el mar azul.
El aya le puso entonces el vestido de la zarevna a su hija y esperaron las dos, dándose mucha importancia. Llegaron a la tierra del zarévich Iván. El corrió a recibirlas llevando el retrato de la zarevna María. En cuanto miró a la novia, vio que no se parecía nada al retrato.
Indignado contra el zaréuích Dmitri, ordenó que le encerrasen en una mazmorra sin más alimento que un mendrugo de pan y un vaso de agua al día y que pusieran centinelas por todas partes con la consigna rigurosa de no permitir ninguna visita.
Al filo de la medianoche voló el ánade gris a ver a su hermano querido. Se remontó del mar iluminando el reino entero con el resplandor que parecían despedir sus alas al moverse. Llegó hasta la cárcel, entró por un ventanuco, colgó las alas de un clavo y fue a la celda de su hermano.
-iZarévich Iván, hermano mío querido! Mucho sufres tú en esta celda con un vaso de agua y un mendrugo de pan por todo alimento, pero también sufro yo nadando por el mar azul. La culpable es la malvada aya, que me despojó de mi precioso vestido y se lo puso a su hija.
Los hermanos estuvieron lamentándose y llorando juntos. A primera hora de la mañana, el ánade gris regresó volando al mar azul.
El zarévich Iván fue informado por sus servidores de la visita al prisionero del ánade gris que había iluminado el reino entero al volar. Y él ordenó que le avisaran en cuanto viniera otra vez.
Cerca ya de medianoche se encrespó de repente el mar, el ánade gris echó a volar alumbrando el reino entero con el resplandor que parecían despedir sus alas al moverse. Llegó hasta la cárcel, dejó las alas en el ventanuco y fue a la celda de su hermano.
Los servidores despertaron inmediatamente al zarévich Iván. Corrió a la cárcel, vio las alas en el ventanuco y mandó que las quemaran. Luego prestó oído y escuchó lo que hablaban el hermano y la hermana.
-¡Hermano mío querido! -decía la zarevna María. Mucho sufres tú en esta celda con un vaso de agua y un mendrugo de pan, pero también sufro yo nadando por el mar azul. La culpable es la malvada aya, que me despojó de mi precioso vestido y se lo puso a su hija... ¡Ay, hermano! Parece que huele a quemado...
-No, hermana. Yo no noto nada...
El zarévich abrió la celda y entró. La zarevna María corrió en seguida al ventanuco, pero encontró sus alas medio chamuscadas. El zarévich Iván la tomó entonces de sus blancas manos, y ella empezó a convertirse en diferentes bichos repugnantes. Pero el zarévich Iván, sin asustarse, no le soltaba las manos... Finalmente, quedó convertida en huso. El zarévich lo partió por la mitad, arrojó un trozo delante de él y el otro hacia atrás al tiempo que decía:
-Que éste se vuelva una linda doncella y detrás aparezca un blanco abedul.
A sus espaldas surgió un abedul blanco y, delante, la zarevna María recobró toda la hermosura de su forma humana.
Iván le pidió perdón a Dmitri y los tres fueron a palacio. Al día siguiente se celebró la boda del zarévich Iván con la zarevna María. Los invitados festejaron y se divirtieron a sus anchas.
En cuanto al aya y su hija, fueron enviadas a un lugar tan lejano, que nunca más se supo nada de ellas.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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