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domingo, 18 de agosto de 2013

La viuda y el diablo

Erase un campesino que tenía una mujer muy hermosa. Los dos se amaban profundamente y vivían en paz y armonía. Pero, al cabo de un tiempo, falleció el marido. La pobre viuda le enterró y se quedó muy triste, llorando y añorándole.
Tres días y tres noches se había pasado anegada en llanto cuando, justo a medianoche, se le apareció el diablo en la figura de su marido. Loca de alegría, la mujer corrió a sus brazos y preguntó:
-¿Cómo has venido?
-Pues, al enterarme de que me llorabas tan amargamente, pobrecita, pedí permiso y aquí estoy.
Se acostó a dormir con ella, pero desapareció como el humo en cuanto cantaron los gallos por la mañana. Así estuvo visitándola el diablo un mes, luego otro... Ella no se lo contaba a nadie, pero cada día iba consumiéndose más, como una vela encendida.
En esto vino a visitarla su vieja madre y, al verla, le preguntó:
-¿Cómo estás tan consumida, hija mía?
-De la alegría, madre.
-¿De qué estás hablando?
-Es que mi difunto esposo viene a verme por las noches.
-¡Tú eres tonta! ¡Qué va a ser tu marido! ¡Ese es el diablo!
La hija se resistía a creerla.
-Bueno, pues mira lo que te digo. Esta noche, cuando venga y se siente a la mesa, tú deja caer una cuchara al suelo. Al agacharte para recogerla, mírale a los pies.
La viuda siguió el consejo de su madre. La primera noche que se presentó el diablo, dejó caer una cuchara debajo de la mesa. Al agacharse para recogerla le miró a los pies y vio que le asomaba el rabo entre ellos.
Acudió la madre al día siguiente.
-¿Qué me dices, hija? ¿Tenía yo razón?
-¡Sí, mátushka! ¿Y qué hago yo ahora, desdichada de mí?
-Vamos a ver al pope.
Fueron a casa del pope y se lo contaron todo. El pope se puso entonces a rezar por la viuda hasta que, al cabo de tres semanas, logró que la dejara en paz el diablo.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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