Erase un
campesino que tenía una mujer muy hermosa. Los dos se amaban profundamente y
vivían en paz y armonía. Pero, al cabo de un tiempo, falleció el marido. La
pobre viuda le enterró y se quedó muy triste, llorando y añorándole.
Tres días
y tres noches se había pasado anegada en llanto cuando, justo a medianoche, se
le apareció el diablo en la figura de su marido. Loca de alegría, la mujer
corrió a sus brazos y preguntó:
-¿Cómo
has venido?
-Pues, al
enterarme de que me llorabas tan amargamente, pobrecita, pedí permiso y aquí
estoy.
Se acostó
a dormir con ella, pero desapareció como el humo en cuanto cantaron los gallos
por la mañana. Así estuvo visitándola el diablo un mes, luego otro... Ella no
se lo contaba a nadie, pero cada día iba consumiéndose más, como una vela
encendida.
En esto
vino a visitarla su vieja madre y, al verla, le preguntó:
-¿Cómo
estás tan consumida, hija mía?
-De la
alegría, madre.
-¿De qué
estás hablando?
-Es que
mi difunto esposo viene a verme por las noches.
-¡Tú eres
tonta! ¡Qué va a ser tu marido! ¡Ese es el diablo!
La hija
se resistía a creerla.
-Bueno,
pues mira lo que te digo. Esta noche, cuando venga y se siente a la mesa, tú
deja caer una cuchara al suelo. Al agacharte para recogerla, mírale a los pies.
La viuda
siguió el consejo de su madre. La primera noche que se presentó el diablo, dejó
caer una cuchara debajo de la mesa. Al agacharse para recogerla le miró a los
pies y vio que le asomaba el rabo entre ellos.
Acudió la
madre al día siguiente.
-¿Qué me
dices, hija? ¿Tenía yo razón?
-¡Sí,
mátushka! ¿Y qué hago yo ahora, desdichada de mí?
-Vamos a
ver al pope.
Fueron a
casa del pope y se lo contaron todo. El pope se puso entonces a rezar por la
viuda hasta que, al cabo de tres semanas, logró que la dejara en paz el diablo.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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