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miércoles, 14 de agosto de 2013

Kozmá pronto-rico

Vivía Kozmá él solito en un bosque oscuro, sin más bienes que una pequeña isba de mala muerte, un gallo y cinco gallinas.
Un día se fue de caza. Pero, apenas se marchó, apareció una zorra, mató una gallina, la asó y se la comió.
Cuando Kozmá volvió y descubrió que faltaba la gallina, pensó que la habría robado algún gavilán.
Al día siguiente volvió a marchar de caza. Por el camino se en­contró con la zorra.
-¿A dónde vas, Kozmá? -le preguntó.
-Voy de caza, zorrita.
-Bueno, pues adiós -se despidió la zorra, y en seguida co­rrió a casa de Kozmá, le retorció el cuello a una gallina, la asó y se la comió.
Kozmá regresó a su casa, notó la falta de la gallina y empezó a sospechar: «¿No será la zorra quien se come mis gallinas?»
Entonces, al tercer día cerró muy bien cerradas las puertas y ventanas de su isba y partió de caza. De pronto se dio de manos a boca con la zorra.
-¿A dónde vas, Kozmá?
-De caza, zorrita.
La zorra corrió inmediatamente hacia la isba de Kozmá: pero éste dio media vuelta y la siguió. La zorra se puso a husmear alre­dedor de la isba buscando algún hueco por donde colarse. puesto que todas las ventanas y las puertas estaban herméticamente ce­rradas. Encontró la solución metiéndose por la chimenea. Así fue como le echó el guante Kozmá.
-¡Vaya! Miren ustedes quién ha estado robándome. Pues aho­ra, señora mía, no escaparás viva de mis manos.
-Aguarda -rogó la zorra. No me mates. y te convertiré en un hombre rico. Serás Kozmá Pronto-Rico. Lo único que necesito es una gallina bien asada con mantequilla.
Kozmá aceptó. Tras una comida tan sustanciosa, la zorra se fue a los prados del coto real y empezó a revolcarse en la hierba.
Llegó corriendo un lobo y exclamó:
-¡Maldito bicho! ¿Dónde has comido tanto que estás a punto de reventar?
-¡Ay, simpático compadre-lobo! Vengo de un banquete que ha dado el zar. ¿No te ha invitado a ti? Pues éramos no sé cuantísi­mos animales de todas las especies; había infinidad de martas ce­bellinas, de armiños...
-¿Y no podrías hacer que fuera yo a ese banquete?
La zorra le prometió que lo haría y le dijo que reuniera a cua­renta veces cuarenta lobos grises para que le acompañaran. El lo­bo reunió a cuarenta veces cuarenta lobos grises. La zorra se puso a su frente para conducirlos a palacio. Pero, en cuanto llegaron, ella penetró en una sala de mármol y, con una reverencia, le ofre­ció al zar cuarenta veces cuarenta lobos grises de parte de Kozmá Pronto-Rico. Al zar le agradó mucho el presente. Ordenó que to­dos los lobos quedaran bien encerrados en un recinto especial.
Volvió corriendo la zorra a casa de Kozmá, le pidió que le asa­ra otra gallina, hizo un buen almuerzo y se fue a los prados del co­to real, donde empezó a revolcarse en la hierba.
Un oso que pasaba por allí dijo, viendo a la zorra:
-¡Maldito bicho! ¡Se ve que te has dado una buena panzada!
-He estado en un banquete del zar. Eramos una infinidad de animales de todas las especies. Había martas cebellinas, armiños... Y muchos quedan allí todavía. Sobre todo lobos, naturalmente. ¡No puedes imaginarte, simpático compadre, lo hambrones que son! Allí siguen rebañándolo todo.
-Oye, ¿y no podrías llevarme a mí a ese banquete del zar? -preguntó el oso.
La zorra se comprometió a llevarle, pero a condición de que le acompañaran cuarenta veces cuarenta osos negros.
-Ya comprenderás que el zar no va a tomarse tanta molestia para ti solo.
El oso reunió a cuarenta veces cuarenta osos negros. La zorra se puso a su frente para conducirlos a palacio. Cuando llegaron, ella entró en la sala donde estaba el zar y, con una reverencia, le rogó que aceptara el presente de cuarenta veces cuarenta osos ne­gros de parte de Kozmá Pronto-Rico.
Encantado, el zar ordenó que los encerrasen bien en un recin­to especial. En cuanto a la zorra, corrió a casa de Kozmá para que le asara otra gallina -la última- y el gallo también. Según esta­ban las cosas, Kozmá no vaciló en asar la última gallina y el gallo. La zorra se los comió, se relamió y corrió a los prados del coto real a revolcarse en la hierba.
Una marta cebellina y un armiño que pasaban por allí le pre­guntaron:
-¿Dónde te has dado ese atracón, zorra picarona?
-¡Ah! Sois vosotros... Pues la verdad es que el zar me tiene en gran estimación. Hoy ha dado un banquete para todos los ani­males. De la satisfacción, se conoce que yo he comido demasia­das cosas sustanciosas. ¡No sabéis la cantidad de animales que ha­bía allí!... Vosotros sois los únicos que faltabais. Los lobos, sin ir más lejos (ya sabéis lo ansiosos que son), están todavía allí come que te come. En cuanto al patizambo del oso, ¿qué os voy a decir? Ha estado atiborrándose hasta perder el resuello.
-Comadre, llévanos a nosotros también. Aunque sólo sea para verlo... -rogaron el armiño y la cebellina.
La zorra aceptó y les ordenó que juntaran cuarenta veces cua­renta armiños y cuarenta veces cuarenta cebellinas. Cumplido este requisito, la zorra los condujo hasta palacio. Luego se presentó al zar y, con una profunda reverencia, le rogó aceptara de Kozmá Pronto-Rico cuarenta veces cuarenta armiños y cuarenta veces cua­renta cebellinas. El zar estaba muy sorprendido de las riquezas de Kozmá Pronto-Rico. Admitió con mucho gusto el presente y ordenó que mataran a todos los animales y les quitaran sus valiosas pieles.
Al día siguiente, la zorra acudió de nuevo ante el zar y dijo:
-Majestad: Kozmá Pronto-Rico me envía a que os salude hu­mildemente y os ruega que me prestéis una medida de un pud pa­ra calcular las monedas de plata que hay en la casa. Porque las medidas de un pud que posee mi amo están todas ocupadas con las monedas de oro.
El zar ordenó que le entregaran a la zorra sin dilación la medi­da de un pud. La muy astuta corrió luego a casa de Kozmá y estu­vo llenando la medida de arena y vaciándola sucesivamente hasta que el metal de que estaba hecha se pusiera reluciente. Entonces metió unas cuantas monedas pequeñas en el repliegue del fondo y fue a devolvérsela al zar. La zorra aprovechó la ocasión para su­gerir la idea de casar a la bella hija del zar con Kozmá Pronto-Rico.
El zar acogió con agrado la idea y ordenó que Kozmá se pre­parase para ese acontecimiento y fuera a palacio. Kozmá acató la orden y salió de su casa, pero la zorra se le adelantó y convino con unos hombres que serrasen los pilotes de madera de un puen­te. Apenas pisó el puente el caballo, allá fue Kozmá con puente y todo al agua.
La zorra se puso a gritar:
-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que se ahoga Kozmá Pronto-Rico!
El zar, que escuchó sus voces, envió inmediatamente a unos servidores para que le sacaran del agua. Los servidores así lo hi­cieron, luego le vistieron con unas elegantes ropas que habían lle­vado y le condujeron ante el zar.
Kozmá se casó con la zarevna y se pasó en el palacio de su suegro una semana y luego dos... Entonces dijo el zar:
-Bueno, querido yerno, ahora podríamos ir a pasar unos días a tu casa.
Kozmá no tuvo más remedio que prepararse para la partida. Montaron en carroza y se pusieron en camino.
La zorra se les adelantó. Corriendo, corriendo, vio de pronto a unos pastores cuidando unos rebaños de ovejas.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De quién es ese rebaño de ovejas?
-Es del zar Culebrón-Ulán.
-Tenéis que decir a todo el mundo que el rebaño es de Kozmá Pronto-Rico y no del zar Culebrón-Ulán -les advirtió. Tened en cuenta que ahí vienen el zar Fuego y la zarina Fulmínea y si no les decís que el rebaño pertenece a Kozmá Pronto-Rico, harán con vosotros y con todas las ovejas una fogata donde os achicharraréis.
Viendo que no había otra salida que la obediencia, los pasto­res prometieron decirle a todo el mundo lo que les había explicado acerca de Kozmá Pronto-Rico.
La zorra siguió adelante. De pronto vio a unos pastores cui­da do una piara de cerdos.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De quién es esta piara?
-Es del zar Culebrón-Ulán.
-Debéis decir que la piara es de Kozmá Pronto-Rico y no del zar Culebrón-Ulán, porque ahí detrás vienen el zar Fuego y la zari­na Fulmínea y son capaces de hacer una fogata con todos voso­tros y achicharraros si se os ocurre nombrar al zar Culebrón-Ulán.
Los pastores dijeron que así lo harían.
La zorra echó a correr de nuevo, y así llegó al rebaño de vacas del zar Culebrón-Ulán, luego a su yeguada, y a todos los pastores les ordenó decir que todo aquello pertenecía a Kozmá Pronto-Rico y no mentar siquiera al zar Culebrón-Ulán.
Igual ocurrió cuando llegó al rebaño de camellos.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De quién es ese rebaño?
-Del zar Culebrón-Ulán.
La zorra les prohibió terminantemente hablar del zar Culebrón­-Ulán, advirtiéndoles que dijeran que el rebaño pertenecía a Koz­má Pronto-Rico porque, si no, el zar Fuego y la zarina Fulmínea eran capaces de hacer una fogata con todos ellos y achicharrarlos.
De nuevo emprendió la zorra su carrera, adelantándose a la carroza. Llegó al reino del Culebrón-Ulán y fue derechita a sus apo­sentos de mármol.
-¡Hola, zorrita! ¿Qué cuentas?
-Pues cuento que tienes el tiempo justo para esconderte, zar Culebrón-Ulán. Ahí vienen el terrible zar Fuego y la zarina Fulmínea quemándolo todo a su paso. Han achicharrado a tus rebaños, con pastores y todo: primero las ovejas, luego los cerdos y después las vacas y las yeguas. Sin perder un segundo, he venido a avisarte a todo correr, aunque he estado a punto de ahogarme con el humo.
El zar Culebrón-Ulán se puso a gemir lamentablemente.
-¡Ay, zorrita! ¿Y dónde me meto yo?
-Escucha: en tu jardín tienes un viejo roble todo podrido por dentro. Corre y métete en el agujero hasta que hayan pasado.
En un instante, el zar Culebrón-Ulán estuvo listo para seguir la sugerencia de la zorra al pie de la letra.
Kozmá Pronto-Rico iba en la carroza con su esposa y su sue­gro. Al pasar junto al rebaño de ovejas preguntó la hija del zar:
-¡Pastorcitos! ¡Pastorcitos! ¿De quién es este rebaño?
-De Kozmá Pronto-Rico -contestaron los pastores.
-Veo, querido yerno, que tienes muchas ovejas -observó el zar muy satisfecho.
Siguieron adelante y llegaron hasta donde estaba la piara de cerdos.
-¡Pastorcitos! ¡Pastorcitos! ¿De quién es esta piara?
-De Kozmá Pronto-Rico.
-Veo, querido yerno, que tienes muchos cerdos.
Así continuaron su camino. En un sitio había un rebaño de va­cas, en otro de camellos, en otro una yeguada... Cada vez pre­guntaba la hija del zar de quién eran, y siempre le contestaban:
-De Kozmá Pronto-Rico.
Por fin llegaron a un palacio. La zorra estaba esperándolos a la entrada para guiarlos hasta la sala de mármoles. El zar se quedó agradablemente sorpren-dido al ver tantas riquezas como había allí. Entre festines y diversiones pasó un día, luego una semana...
-Oye, Kozmá -dijo al cabo la zorra: para un poco de di­vertirte, porque tienes que hacer una cosa muy seria. Sal con tu suegro al jardín. Andando un poco verás un viejo roble. En el agu­jero de ese roble está escondido, muerto de miedo, el zar Culebrón­Ulán desde que habéis llegado. Disparad los dos contra él hasta que le dejéis como un colador.
Kozmá siguió al pie de la letra las recomendaciones de la zorra: salió al jardín con su suegro y empezaron a disparar tomando el viejo roble como blanco, hasta que acribillaron al zar Culebrón-Ulán.
Kozmá Pronto-Rico ocupó el trono de aquel país, se quedó a vivir allí con su zarina, y allí viven hasta hoy.
La zorra tenía servida cada día su gallina. Encantada de la vi­da, no volvió a sus correrrías hasta que agotó las gallinas.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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