Vivía Kozmá él solito en un bosque
oscuro, sin más bienes que una pequeña isba
de mala muerte, un gallo y cinco gallinas.
Un día se fue de caza. Pero, apenas
se marchó, apareció una zorra, mató una gallina, la asó y se la comió.
Cuando Kozmá volvió y descubrió que
faltaba la gallina, pensó que la habría robado algún gavilán.
Al día siguiente volvió a marchar
de caza. Por el camino se encontró con la zorra.
-¿A dónde vas, Kozmá? -le preguntó.
-Voy de caza, zorrita.
-Bueno, pues adiós -se despidió la
zorra, y en seguida corrió a casa de Kozmá, le retorció el cuello a una
gallina, la asó y se la comió.
Kozmá regresó a su casa, notó la
falta de la gallina y empezó a sospechar: «¿No será la zorra quien se come mis
gallinas?»
Entonces, al tercer día cerró muy
bien cerradas las puertas y ventanas de su isba y partió de caza. De pronto se
dio de manos a boca con la zorra.
-¿A dónde vas, Kozmá?
-De caza, zorrita.
La zorra corrió inmediatamente hacia
la isba de Kozmá: pero éste dio media vuelta y la siguió. La zorra se puso a
husmear alrededor de la isba buscando algún hueco por donde colarse. puesto
que todas las ventanas y las puertas estaban herméticamente cerradas. Encontró
la solución metiéndose por la chimenea. Así fue como le echó el guante Kozmá.
-¡Vaya! Miren ustedes quién ha
estado robándome. Pues ahora, señora mía, no escaparás viva de mis manos.
-Aguarda -rogó la zorra. No me
mates. y te convertiré en un hombre rico. Serás Kozmá Pronto-Rico. Lo único que
necesito es una gallina bien asada con mantequilla.
Kozmá aceptó. Tras una comida tan
sustanciosa, la zorra se fue a los prados del coto real y empezó a revolcarse
en la hierba.
Llegó corriendo un lobo y exclamó:
-¡Maldito bicho! ¿Dónde has comido
tanto que estás a punto de reventar?
-¡Ay, simpático compadre-lobo!
Vengo de un banquete que ha dado el zar. ¿No te ha invitado a ti? Pues éramos
no sé cuantísimos animales de todas las especies; había infinidad de martas cebellinas,
de armiños...
-¿Y no podrías hacer que fuera yo a
ese banquete?
La zorra le prometió que lo haría y
le dijo que reuniera a cuarenta veces cuarenta lobos grises para que le
acompañaran. El lobo reunió a cuarenta veces cuarenta lobos grises. La zorra
se puso a su frente para conducirlos a palacio. Pero, en cuanto llegaron, ella
penetró en una sala de mármol y, con una reverencia, le ofreció al zar
cuarenta veces cuarenta lobos grises de parte de Kozmá Pronto-Rico. Al zar le
agradó mucho el presente. Ordenó que todos los lobos quedaran bien encerrados
en un recinto especial.
Volvió corriendo la zorra a casa de
Kozmá, le pidió que le asara otra gallina, hizo un buen almuerzo y se fue a
los prados del coto real, donde empezó a revolcarse en la hierba.
Un oso que pasaba por allí dijo,
viendo a la zorra:
-¡Maldito bicho! ¡Se ve que te has
dado una buena panzada!
-He estado en un banquete del zar.
Eramos una infinidad de animales de todas las especies. Había martas
cebellinas, armiños... Y muchos quedan allí todavía. Sobre todo lobos,
naturalmente. ¡No puedes imaginarte, simpático compadre, lo hambrones que son!
Allí siguen rebañándolo todo.
-Oye, ¿y no podrías llevarme a mí a
ese banquete del zar? -preguntó el oso.
La zorra se comprometió a llevarle,
pero a condición de que le acompañaran cuarenta veces cuarenta osos negros.
-Ya comprenderás que el zar no va a
tomarse tanta molestia para ti solo.
El oso reunió a cuarenta veces
cuarenta osos negros. La zorra se puso a su frente para conducirlos a palacio.
Cuando llegaron, ella entró en la sala donde estaba el zar y, con una
reverencia, le rogó que aceptara el presente de cuarenta veces cuarenta osos negros
de parte de Kozmá Pronto-Rico.
Encantado, el zar ordenó que los
encerrasen bien en un recinto especial. En cuanto a la zorra, corrió a casa de
Kozmá para que le asara otra gallina -la última- y el gallo también. Según estaban
las cosas, Kozmá no vaciló en asar la última gallina y el gallo. La zorra se
los comió, se relamió y corrió a los prados del coto real a revolcarse en la
hierba.
Una marta cebellina y un armiño que
pasaban por allí le preguntaron:
-¿Dónde te has dado ese atracón,
zorra picarona?
-¡Ah! Sois vosotros... Pues la
verdad es que el zar me tiene en gran estimación. Hoy ha dado un banquete para
todos los animales. De la satisfacción, se conoce que yo he comido demasiadas
cosas sustanciosas. ¡No sabéis la cantidad de animales que había allí!...
Vosotros sois los únicos que faltabais. Los lobos, sin ir más lejos (ya sabéis
lo ansiosos que son), están todavía allí come que te come. En cuanto al
patizambo del oso, ¿qué os voy a decir? Ha estado atiborrándose hasta perder el
resuello.
-Comadre, llévanos a nosotros
también. Aunque sólo sea para verlo... -rogaron el armiño y la cebellina.
La zorra aceptó y les ordenó que
juntaran cuarenta veces cuarenta armiños y cuarenta veces cuarenta cebellinas.
Cumplido este requisito, la zorra los condujo hasta palacio. Luego se presentó
al zar y, con una profunda reverencia, le rogó aceptara de Kozmá Pronto-Rico
cuarenta veces cuarenta armiños y cuarenta veces cuarenta cebellinas. El zar
estaba muy sorprendido de las riquezas de Kozmá Pronto-Rico. Admitió con mucho
gusto el presente y ordenó que mataran a todos los animales y les quitaran sus
valiosas pieles.
Al día siguiente, la zorra acudió
de nuevo ante el zar y dijo:
-Majestad: Kozmá Pronto-Rico me
envía a que os salude humildemente y os ruega que me prestéis una medida de un
pud para calcular las monedas de plata que hay en la casa. Porque las medidas
de un pud que posee mi amo están todas ocupadas con las monedas de oro.
El zar ordenó que le entregaran a
la zorra sin dilación la medida de un pud. La muy astuta corrió luego a casa
de Kozmá y estuvo llenando la medida de arena y vaciándola sucesivamente hasta
que el metal de que estaba hecha se pusiera reluciente. Entonces metió unas
cuantas monedas pequeñas en el repliegue del fondo y fue a devolvérsela al zar.
La zorra aprovechó la ocasión para sugerir la idea de casar a la bella hija
del zar con Kozmá Pronto-Rico.
El zar acogió con agrado la idea y
ordenó que Kozmá se preparase para ese acontecimiento y fuera a palacio. Kozmá
acató la orden y salió de su casa, pero la zorra se le adelantó y convino con
unos hombres que serrasen los pilotes de madera de un puente. Apenas pisó el
puente el caballo, allá fue Kozmá con puente y todo al agua.
La zorra se puso a gritar:
-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que se ahoga
Kozmá Pronto-Rico!
El zar, que escuchó sus voces,
envió inmediatamente a unos servidores para que le sacaran del agua. Los
servidores así lo hicieron, luego le vistieron con unas elegantes ropas que
habían llevado y le condujeron ante el zar.
Kozmá se casó con la zarevna y se
pasó en el palacio de su suegro una semana y luego dos... Entonces dijo el zar:
-Bueno, querido yerno, ahora
podríamos ir a pasar unos días a tu casa.
Kozmá no tuvo más remedio que
prepararse para la partida. Montaron en carroza y se pusieron en camino.
La zorra se les adelantó.
Corriendo, corriendo, vio de pronto a unos pastores cuidando unos rebaños de
ovejas.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De
quién es ese rebaño de ovejas?
-Es del zar Culebrón-Ulán.
-Tenéis que decir a todo el mundo
que el rebaño es de Kozmá Pronto-Rico y no del zar Culebrón-Ulán -les
advirtió. Tened en cuenta que ahí vienen el zar Fuego y la zarina Fulmínea y
si no les decís que el rebaño pertenece a Kozmá Pronto-Rico, harán con vosotros
y con todas las ovejas una fogata donde os achicharraréis.
Viendo que no había otra salida que
la obediencia, los pastores prometieron decirle a todo el mundo lo que les
había explicado acerca de Kozmá Pronto-Rico.
La zorra siguió adelante. De pronto
vio a unos pastores cuida do una piara de cerdos.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De
quién es esta piara?
-Es del zar Culebrón-Ulán.
-Debéis decir que la piara es de
Kozmá Pronto-Rico y no del zar Culebrón-Ulán, porque ahí detrás vienen el zar
Fuego y la zarina Fulmínea y son capaces de hacer una fogata con todos vosotros
y achicharraros si se os ocurre nombrar al zar Culebrón-Ulán.
Los pastores dijeron que así lo
harían.
La zorra echó a correr de nuevo, y
así llegó al rebaño de vacas del zar Culebrón-Ulán, luego a su yeguada, y a
todos los pastores les ordenó decir que todo aquello pertenecía a Kozmá
Pronto-Rico y no mentar siquiera al zar Culebrón-Ulán.
Igual ocurrió cuando llegó al
rebaño de camellos.
-¡Pastores! ¡Eh, pastores! ¿De
quién es ese rebaño?
-Del zar Culebrón-Ulán.
La zorra les prohibió
terminantemente hablar del zar Culebrón-Ulán, advirtiéndoles que dijeran que el
rebaño pertenecía a Kozmá Pronto-Rico porque, si no, el zar Fuego y la zarina
Fulmínea eran capaces de hacer una fogata con todos ellos y achicharrarlos.
De nuevo emprendió la zorra su
carrera, adelantándose a la carroza. Llegó al reino del Culebrón-Ulán y fue
derechita a sus aposentos de mármol.
-¡Hola, zorrita! ¿Qué cuentas?
-Pues cuento que tienes el tiempo
justo para esconderte, zar Culebrón-Ulán. Ahí vienen el terrible zar Fuego y la
zarina Fulmínea quemándolo todo a su paso. Han achicharrado a tus rebaños, con
pastores y todo: primero las ovejas, luego los cerdos y después las vacas y las
yeguas. Sin perder un segundo, he venido a avisarte a todo correr, aunque he
estado a punto de ahogarme con el humo.
El zar Culebrón-Ulán se puso a
gemir lamentablemente.
-¡Ay, zorrita! ¿Y dónde me meto yo?
-Escucha: en tu jardín tienes un
viejo roble todo podrido por dentro. Corre y métete en el agujero hasta que
hayan pasado.
En un instante, el zar
Culebrón-Ulán estuvo listo para seguir la sugerencia de la zorra al pie de la
letra.
Kozmá Pronto-Rico iba en la carroza
con su esposa y su suegro. Al pasar junto al rebaño de ovejas preguntó la hija
del zar:
-¡Pastorcitos! ¡Pastorcitos! ¿De
quién es este rebaño?
-De Kozmá Pronto-Rico -contestaron
los pastores.
-Veo, querido yerno, que tienes
muchas ovejas -observó el zar muy satisfecho.
Siguieron adelante y llegaron hasta
donde estaba la piara de cerdos.
-¡Pastorcitos! ¡Pastorcitos! ¿De
quién es esta piara?
-De Kozmá Pronto-Rico.
-Veo, querido yerno, que tienes
muchos cerdos.
Así continuaron su camino. En un
sitio había un rebaño de vacas, en otro de camellos, en otro una yeguada...
Cada vez preguntaba la hija del zar de quién eran, y siempre le contestaban:
-De Kozmá Pronto-Rico.
Por fin llegaron a un palacio. La
zorra estaba esperándolos a la entrada para guiarlos hasta la sala de mármoles.
El zar se quedó agradablemente sorpren-dido al ver tantas riquezas como había
allí. Entre festines y diversiones pasó un día, luego una semana...
-Oye, Kozmá -dijo al cabo la
zorra: para un poco de divertirte, porque tienes que hacer una cosa muy
seria. Sal con tu suegro al jardín. Andando un poco verás un viejo roble. En el
agujero de ese roble está escondido, muerto de miedo, el zar CulebrónUlán
desde que habéis llegado. Disparad los dos contra él hasta que le dejéis como
un colador.
Kozmá siguió al pie de la letra las
recomendaciones de la zorra: salió al jardín con su suegro y empezaron a
disparar tomando el viejo roble como blanco, hasta que acribillaron al zar
Culebrón-Ulán.
Kozmá Pronto-Rico ocupó el trono de
aquel país, se quedó a vivir allí con su zarina, y allí viven hasta hoy.
La zorra tenía servida cada día su
gallina. Encantada de la vida, no volvió a sus correrrías hasta que agotó las
gallinas.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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