Translate

miércoles, 14 de agosto de 2013

La adivinadora

En cierto reino vivía un barin. Aquel barin tenía un lacayo y un cochero. Al lacayo le habían puesto de mote Carne y al cochero Hueso.
En una ocasión le robaron al barin unas perlas. Fue a mirar en el baúl, y habían desaparecido las perlas. Llamó a todos sus criados.
-¿Las habéis robado vosotros? -preguntó.
-No, no. Nosotros no sabemos nada.
-¡Allá vosotros! Pero voy a llamar ahora mismo a una adivinadora, y como ella lo descubra y os denuncie a vosotros, lo vais a pasar mal.
Conque mandó el barin a buscar a una vieja adivinadora.
-Hola, abuela -le dijo cuando la trajeron. Me han desaparecido unas perlas muy valiosas y quiero que eches las cartas para ver adónde han ido a parar.
-Está bien, barin. Se lo preguntaré a las cartas. Pero manda primero que calienten el baño para asearme después del viaje.
Calentaron el baño, entró la vieja y, mientras se relajaba tan a gusto con el vapor, decía entre dientes:
-Ahora verán lo que es bueno mi carne y mis huesos...
El lacayo y el cochero, que se habían quedado cerca de la ventana par oír lo que decía, la oyeron y les pareció que se refería a ellos.
-¡La maldita vieja se ha enterado ya de todo! -dijo el cochero. ¿Qué hacemos ahora?
En cuanto vieron salir a la vieja del baño, corrieron a ella.
-Abuelita querida, no le digas al barin que hemos sido nosotros.
-¿Y dónde están las perlas? ¿Las tenéis todavía?
-Sí, abuela, sí.
-Bueno, pues vais a meter cada perla en una miga de pan y a darle las migas al ganso gris para que se las coma.
Dicho y hecho. Luego fue la vieja a ver al barin.
 -¿Qué? ¿Te has enterado ya, abuela?
-Claro que sí, hijo mío.
-¿Quién es el culpable?
-El ganso gris que anda por el corral. Como tenéis las ventanas abiertas, él se metió por una y se tragó las perlas.
El barin ordenó que cazaran al ganso gris y lo degollaran. Lo agarraron, lo degollaron y en el buche le encontraron las perlas. El barin agradeció sus servicios a la adivinadora, la invitó luego a comer y, para gastarle una broma, mandó que sirvieran una urraca asada. «A ver si se da cuenta la vieja», pensó.
Se sentaron a la mesa, presentaron la urraca asada, y precisamente entonces estaba diciendo la vieja mirando a su alrededor:
-Con tanto lujo en la casa, debo parecer una urraca.
-¡Pero qué lista! ¡Todo lo adivina!
Concluido el almuerzo, el barin mandó enganchar un carruaje que la llevara a su casa y metió unos huevos dentro para reírse si los aplastaba.
Al subir la vieja al carruaje dijo entre dientes:
-Aquí habrá que sentarse como sobre huevos.
El barin se sorprendió mucho al ver que la vieja adivinaba y lo descubría todo. Le pagó un buen dinero por sus servicios y la dejó marchar sin más.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

No hay comentarios:

Publicar un comentario