Eranse una
brizna de paja, una brasa y una judía verde que se unieron y quisieron hacer
juntas un gran viaje. Habían recorrido de ya muchas tierras cuando llegaron a un
arroyo que no tenía puente y no podían cruzarlo. Al fin, la brizna de paja
encontró la solución: se tendería sobre el arroyo entre las dos orillas y las
otras pasarían por encima de ella, primero la brasa y luego la judía verde. La
brasa empezó a cruzar despacio y a sus anchas; la judía verde la siguió a
pasitos cortos. Pero cuando la brasa llegó a la mitad de la brizna de paja,
ésta empezó a arder y se quemó. La brasa cayó al agua, hizo pssshhh… y se
murió. A la brizna de paja, partida en dos trozos, se la llevó la corriente. La judía
verde, que iba algo más atrás, se escurrió también y cayó, aunque pudo valerse
un poco nadando. Al final, sin embargo, tuvo que tragar tanta agua que reventó
y, en aquel estado, fue arrastrada hasta la orilla. Por suerte había
allí sentado un sastre, que descansaba de su peregrinaje. Como tenía a mano
aguja e hilo, la cosió y la dejó de nuevo entera.
Desde entonces
todas las judías verdes tienen una hebra.
Según otro relato, la primera que
pasó sobre la brizna de paja fue la judía verde, que llegó sin dificultad al
otro lado y observó cómo la brasa se iba acercando a ella desde la orilla
puesta. En mitad del agua quema la brizna de paja, se cayó e hizo
¡psssssssssssshhhh...Al verlo, la judía verde se rió tanto que reventó. El sastre
de la orilla la cosió y la dejó de nuevo entera, pero en ese momento solo tenía
hilo negro y por eso todas las judías verdes tienen una hebra negra.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem) - 000
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