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jueves, 15 de mayo de 2014

Canovas - Cap II. Intermezzo lirico

Pero antes de meterme en honduras, quiero hacer algunas advertencias que importan a mi crédito de hombre serio, sincero, cabalmente honrado y libre de toda pasión vil y pequeña.
Por estas advertencias debí haber empezado; pero el natural deseo de halagar el gusto dominante, que no puede ver las introducciones, me hizo tal vez prescindir hasta de mi fama para comenzar hablando cuanto antes de mi hombre, o, mejor diré, del hombre de su siglo.
Además, tan acostumbrados nos tiene Cánovas a hablar casi exclusiva-mente de su persona importantísima, hasta en los momentos en que más prisa corre hablar de cualquier otro, que acaso yo, por equivocación, habiéndome propuesto empezar tratando de mí mismo, la tomé con D. Antonio, como él hubiera hecho de fijo en situación análoga.
Entre el capítulo anterior y este han mediado algunos días; los más de ellos, por motivos que no importan a mis lectores, los he dedicado yo a meditaciones filosóficas y lecturas graves. Después de estar pensando en si el mundo es esto o lo otro, en si esto acabará como el rosario de la aurora, o por enfriamiento, como el teatro español, ¡quién se acuerda de querer mal al señor Cánovas!
Yo nunca le he querido mal ni bien, de ninguna manera; me encuentro con que muchos de mis contemporáneos y conciudadanos, la mayor parte con sueldo, le admiran, a veces le adoran, y resulta al cabo que es un hombre encombrant en francés, y en español insoportable.
Pero esto no me autoriza a mí para pretender burlarme del Sr. Cánovas como cualquier mequetrefe. Podré ser vulgar, superficial, insignificante en mis escritos, pero hoy no quiero serlo a sabiendas, y sé y siento que la materia que he escogido para este folleto literario ofrece el peligro de la vulgaridad más odiosa: la murmuración frívola, vanamente injusta, la maledicencia ridículamente pedantesca. Vade retro!
¿Por qué engañarme a mí mismo? Si mi espíritu no está ahora para bromas ligeras, no debo dejar que la pluma resbale por la corriente de los lugares comunes de la ironía. ¡Cuántas veces, por cumplir un compromiso, por entregar a tiempo la obra del jornalero acabada, me sorprendo en la ingrata faena de hacerme inferior a mí mismo, de escribir peor que sé, de decir lo que sé que no vale nada, que no importa, que sólo sirve para llenar un hueco y justificar un salario!... Mas ahora no ha de ser así; acabo de leer no sé qué de Schopenhauer, de ese Schopenhauer que ya fastidia a los revisteros de París, que tal vez no le han leído; y de tristeza en tristeza, de ternura en ternura, de pudor en pudor, he venido a parar en un estado de ánimo ante el cual Cánovas vale tanto como cualquiera; y en su calidad de hombre, despojado de todos sus paramentos, reales o imaginarios, merece más que respeto, amor, el amor que se deben los hermanos, aunque resulte cierto que no todos venimos del mismo padre.
Por todo lo cual, y por otros muchos motivos no menos dignos de ser puestos en verso por lo que tienen de líricos, protesto contra la maliciosa suposición de que «este trabajo» pretenda molestar al Sr. Cánovas o a sus admiradores. Aquí no hay apasionamiento: voy a hablar del autor de La Campana de Huesca, o de Velilla, o lo que sea, tal como es, o a mí me parece por lo menos; y voy a hablar de él comparándole con su tiempo, que es lo que corresponde, pues en los siglos pasados no se sabía de Cánovas diga lo que quiera La Época, o a lo sumo se sabría de él que estaba haciendo mucha falta; sería un deseo vago, una aspiración al no sé qué de las generaciones ya muertas. Bueno, ahora resulta que ese no sé qué era Cánovas; pero nuestros antepasados no podían adivinarlo. De lo que podemos estar seguros todos es de que, una vez nacido, ya hay Cánovas para rato. Comienzo, pues, a tratar de él y de algunas de sus obras como Spinoza quería: sub specie æternitatis.
Y, por supuesto, sin despojarme de este aire melancólico y filosófico, que nos hace medir todas las cosas por un rasero, y exclamar con Carlos V en el Ernani de Verdi: perdono a tutti.

1.028. Alas «Clarin» (Leopoldo)

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