Translate

sábado, 21 de diciembre de 2013

El mendigo

Erase un hombre llamado Nesterka. Tenía seis hijos, pero no poseía ningún bien de fortuna. Como no podía alimentar a su familia y no se atrevía a robar, enganchó el carro, montó a los niños en él y echó a andar por el mundo, a pedir limosna. Iba por el camino cuando, al volver la cabeza, vio tirado en el barro a un anciano sin piernas.
Y le rogó el anciano:
-Llévame en tu carro, por favor.
-No puedo, bátiushka -contestó Nesterka. Llevo a mis seis criaturas y el caballo no tiene fuerzas. Pero el mendigo insistió:
-Por favor, hombre, llévame.
Nesterka acabó subiendo al mendigo al carro y siguió su camino. Al cabo de un rato dijo el mendigo:
-Vamos a echar a suertes para ver cuál de nosotros se considera el hermano mayor.
Echaron a suertes y le correspondió al mendigo considerarse el hermano mayor.
En esto llegaron a una aldea.
-Ve a aquella casa -ordenó el mendigo- y pide que nos dejen pasar allí la noche.
Nesterka fue a pedir albergue para la noche. Pero la vieja que le abrió la puerta contestó:
-No puede ser. Apenas si tenemos sitio para nosotros. Volvió Nesterka donde el mendigo y le dijo:
-Aquí no nos dejan.
Pero el mendigo le hizo volver para que insistiera hasta conseguirlo. Y por fin logró Nesterka que les dejaran entrar. Metió el carro en el patio, llevó a sus hijos a la casa y luego llevó también al mendigo.
-A tus hijos, acuéstalos debajo del banco -dijo la vieja, y al cojo súbele al rellano de la estufa.
El hombre subió al cojo al rellano de la estufa y acomodó a sus hijos debajo del banco.
-¿Dónde está tu marido? -preguntó el mendigo a la vieja.
-Ha salido a robar. Y con él, nuestros dos hijos.
El amo de la casa volvió por fin, metió en el patio doce carros, llenos de plata hasta arriba, y luego entró. Al ver a los pobres, reprendió a su mujer:
-¿Por qué has dejado entrar a esta gente?
-Son unos pobres que han pedido pasar aquí la noche.
-¡Mal hecho! Podían haberse quedado fuera.
El amo se sentó a cenar con su mujer y sus dos hijos, pero sin decirles a los pobres que les acompañaran. El mendigo sacó entonces media prosvirka[1], comió él, les dio a Nesterka y sus hijos, y todos tuvieron bastante.
El amo de la casa estaba asombrado. «¿Cómo será eso? -pensaba. Nosotros cuatro nos hemos comido una hogaza entera y nos hemos quedado con hambre mientras que a ellos ocho les ha bastado con media prosuirka...»
Cuando el amo de la casa se durmió, el mendigo mandó a Nesterka que se asomara al patio para ver lo que allí pasaba.
Nesterka obedeció: todos los caballos estaban comiendo avena.
El mendigo le mandó por segunda vez.
Salió Nesterka y vio que todos los caballos tenían la collera puesta. Por tercera vez mandó el mendigo salir a Nesterka. Este obedeció: todos los caballos estaban enganchados a los carros. Volvió a la casa y dijo:
-Todos los caballos están enganchados.
-Entonces -ordenó el mendigo, saca a tus hijos, sácame a mí y vámonos.
Montaron en su carro, salieron del patio y los doce caballos de aquel amo les siguieron con sus carros. Llevaban ya un rato de camino cuando el mendigo le mandó a Nesterka que volviera a la casa donde habían pasado la noche y le trajera sus manoplas.
-Me las dejé en el rellano de la estufa -explicó.
Volvió Nesterka sobre sus pasos y se encontró con que la casa había desaparecido como si se la hubiera tragado la tierra. Sólo se habían salvado las manoplas sobre lo que fue la estufa. Conqu agarró las manoplas y volvió donde el mendigo con la noticia de que la tierra se había tragado la casa entera.
-Eso ha sido un castigo de Dios por los robos cometidos. Quédate tú con estos doce carros y todo lo que contienen -dijo el mendigo, y desapareció.
Nesterka volvió a su casa, vio que los carros estaban todos llenos de plata y se puso a vivir tan ricamente.
Un día le dijo su mujer:
-Estos caballos llevan mucho tiempo sin hacer nada. Llévatelos a que galopen un poco.
El hombre se dirigió a la ciudad con los caballos. Por el camino se encontró con una doncella a quien nunca había visto.
-Estos caballos no son tuyos -le dijo la joven.
-Cierto: no son míos -contestó Nesterka. Puesto que los reconoces por tuyos, llévatelos y que Dios te acompañe.
La doncella se quedó con los doce caballos y el hombre volvió a su casa. Al día siguiente se presentó la misma muchacha, llamó a la ventana de la casa y dijo:
  Toma tus caballos. Lo que yo te dije era una broma y, sin embargo, tú me los diste.
Nesterka agarró los caballos y vio que los carros estaban cargados con más plata y oro que antes

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)



[1] Prosvirka: Pan consagrado, del tamaño de una figurita de mazapán, que sustituye a la hostia en el rito ortodoxo ruso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario