Cuento segundo
Habiendo muerto el viejo
señor Zorro, presentóse el Lobo en calidad de pretendiente. Llamó a la puerta,
y la Gata, doncella de dama Raposa, acudió a abrir. Saludóla el Lobo y le dijo:
«Buenos días, señora Gatita.
¿Cómo estáis aquí tan solita?
¿Qué guisáis que tan bueno
parece?».
Respondió la Gata:
«Sopitas de leche para
merendar; si os apetecen, os podéis quedar».
-Muchas gracias, señora Gata
-respondió el Lobo-. ¿Está en casa dama Raposa?
Dijo la Gata:
«Está en su aposento, hecha
toda un lamento.
Triste tiene el rostro,
triste y lloroso, porque se ha muerto su querido esposo».
Replicó el Lobo:
«Si quiere volverse a casar,
no tiene más que bajar».
«La gata se sube al piso
alto, tres escalones de un salto, llega a la puerta cerrada y llama con la uña
afilada.
-¿Estáis ahí, dama Raposa?
Si os queréis volver a
casar, no tenéis más que bajar».
Preguntó dama Raposa:
-¿Lleva el señor calzoncitos
rojos y tiene el hocico puntiagudo?
-No -respondió la Gata.
-Entonces no me sirve.
Despedido el Lobo, vino un
perro, y luego, sucesivamente, un ciervo, una liebre, un oso, un león y todos
los demás animales de la
selva. Pero siempre carecían de alguna de las cualidades del
viejo señor Zorro, y la Gata hubo de ir despachándolos uno tras otro.
Finalmente, se presentó un zorro joven, y a la pregunta de dama Raposa:
«¿Lleva calzoncitos rojos y
tiene el hocico puntiagudo?»,
«Sí -respondió la Gata, sí
que tiene todo eso».
-En tal caso, que suba -exclamó
dama Raposa, y dio orden a la criada para que preparase la fiesta de la boda.
«Gata, barre el aposento y
echa por la ventana al zorro que está dentro.
Buenos y gordos ratones se
traía, pero él solo se los comía y para mí nada había».
Celebróse la boda con el
joven señor Zorro, y hubo baile y jolgorio, y si no han terminado es que siguen
todavía.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
No hay comentarios:
Publicar un comentario