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sábado, 11 de enero de 2014

La boda de dona raposa (2)

Cuento segundo

Habiendo muerto el viejo señor Zorro, presentóse el Lobo en calidad de pretendiente. Llamó a la puerta, y la Gata, doncella de dama Raposa, acudió a abrir. Saludóla el Lobo y le dijo:

«Buenos días, señora Gatita.
¿Cómo estáis aquí tan solita?
¿Qué guisáis que tan bueno parece?».

Respondió la Gata:
«Sopitas de leche para merendar; si os apetecen, os podéis quedar».

-Muchas gracias, señora Gata -respondió el Lobo-. ¿Está en casa dama Raposa?

Dijo la Gata:
«Está en su aposento, hecha toda un lamento.
Triste tiene el rostro, triste y lloroso, porque se ha muerto su querido esposo».

Replicó el Lobo:
«Si quiere volverse a casar, no tiene más que bajar».
«La gata se sube al piso alto, tres escalones de un salto, llega a la puerta cerrada y llama con la uña afilada.
-¿Estáis ahí, dama Raposa?
Si os queréis volver a casar,  no tenéis más que bajar».

Preguntó dama Raposa:
-¿Lleva el señor calzoncitos rojos y tiene el hocico puntiagudo?
-No -respondió la Gata.
-Entonces no me sirve.
Despedido el Lobo, vino un perro, y luego, sucesivamente, un ciervo, una liebre, un oso, un león y todos los demás animales de la selva. Pero siempre carecían de alguna de las cualidades del viejo señor Zorro, y la Gata hubo de ir despachándolos uno tras otro. Finalmente, se presentó un zorro joven, y a la pregunta de dama Raposa:
«¿Lleva calzoncitos rojos y tiene el hocico puntiagudo?»,
«Sí -respondió la Gata, sí que tiene todo eso».
-En tal caso, que suba -exclamó dama Raposa, y dio orden a la criada para que preparase la fiesta de la boda.
«Gata, barre el aposento y echa por la ventana al zorro que está dentro.
Buenos y gordos ratones se traía, pero él solo se los comía y para mí nada había».
Celebróse la boda con el joven señor Zorro, y hubo baile y jolgorio, y si no han terminado es que siguen todavía.

1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)

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