Érase un rábano centenario
correoso en extremo y
ordinario;
mas valor no le faltaba,
pues la zanahoria le
gustaba.
Ella es joven, de piel
fina cual ninguna,
y además es de nobilísima
cuna.
Celebróse la boda con todo
esplendor,
el banquete fue de lo
mejor:
hubo hojas de flores y
rocío del prado,
todo, como veis, fue
regalado.
El rábano saludó muy a
gusto,
y soltó un largo y seco
discurso.
La zanahoria se callaba la
boquita,
en la que había una dulce
sonrisita.
Si no crees que la
historia es verdadera,
ve a preguntárselo a la
verdulera.
Hizo de cura una berza
roja,
y de doncellas, nabos de
blanca hoja.
Vinieron el espárrago y el
melón,
las patatas cantaron con
emoción.
Todos bailaron, grandes y
chicos,
viejos y jóvenes, pobres y
ricos,
hasta que el rábano
reventó
y, ya muerto, tranquilo se
quedó.
La joven zanahoria
sintióse satisfecha
de verse una viudita hecha
y derecha,
sin por eso dejar de ser
doncella.
En el puchero dieron
pronto con ella.
Si no crees que la
historia es verdadera,
Ve a preguntárselo a la
verdulera.
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1.003. Andersen (Hans Christian)
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