En el Cáucaso llaman
faisanes a las gallinas silvestres. Abundan tanto, que son más baratos que las
gallinas de corral. Se cazan de tres maneras. Se pone un trozo de lona sobre
un bastidor. En el centro de éste se coloca un travesaño y se hace una abertura
en la lona. Al amanecer, sale uno al bosque armado de ese bastidor delante, a
modo de escudo, y se acechan los faisanes a través de la rendija. Al amanecer,
los faisanes buscan alimento en las praderas. A veces se ven familias enteras;
otras, la hembra con los polluelos, el macho con la hembra, o un grupo de
machos.
Los faisanes no ven al
hombre y, como el bastidor no los asusta, permiten que uno se les acerque
mucho. Entonces el cazador apoya el bastidor en el suelo, saca el cañón de la
escopeta por la rendija y dispara a su antojo.
La segunda manera de
matar faisanes es la siguiente : se suelta a un mastín y se le sigue. Cuando
éste se encuentra con un faisán, se abalanza sobre él. El faisán levanta el
vuelo y se posa en un árbol. Entonces, el perro empieza a ladrarlo. El cazador
se acerca y dispara. Este modo de cazar sería fácil si el faisán se posara en
el árbol, en un lugar despejado, y permaneciera allí, de forma que el cazador
lo viese. Pero lo que suelee hacer es posarse en árboles muy frondosos y
esconderse entre las ramas, en cuanto ve al cazador. Es difícil abrirse paso
entre la espesura para llegar al árbol donde está el faisán. Mientras el perro
está solo, el faisán no le tiene miedo; permanece posado en una rama y hasta
gallea y bate las alas. Pero en el momento en que descubre al hombre, se
acurruca, de modo que sólo un cazador muy experto puede distinguirlo; quien no
tiene experiencia no lo ve ni aun estando a su lado.
Cuando los cosacos se
acercan a un faisán, suelen cubrirse la cara con la gorra y no miran hacia
arriba porque el faisán teme al hombre armado y, sobre todo, sus ojos.
El tercer modo de cazar
faisanes es éste; se suelta un perro de muestra y se le sigue. El perro olfatea
el lugar en que los faisanes han estado, buscando alimento, al amanecer; y
sigue sus huellas. Por más vueltas que hayan dado los faisanes, un buen perro
ha de encontrar siempre la última huella, es decir, el lugar donde encontraron
el alimento.
Cuanto más avanza el
perro por la pista, tanto más percibe el olor de los faisanes; y así llega al
paraje donde se encuentran, ocultos en la hierba, o donde pasean. Según se
acerca el faisan, el perro avanza con más cautela, para no asustarlo. De cuando
en cuando, se detiene para abalanzarse sobre él y apresarlo súbitamente.
Cuando llega junto al faisán, éste levanta el vuelo, y el cazador dispara.
Cuento para niños
1.013. Tolstoi (Leon)
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