Hubo una vez un hijo
de un rico comerciante que estaba poseído por un fuerte deseo de viajar por el
mundo, y decidió hacerlo haciéndose acompañar solamente por un fiel sirviente.
Un día llegó a un gran bosque, y al final de la tarde no había encontrado aún
un refugio, y no sabía donde pasar la noche. En eso vio a una mujer que
se dirigía hacia una pequeña casa, y acercándose a ella vio que era una joven
doncella. Él le habló diciéndole:
-"Querida
joven, ¿podríamos mi sirviente y yo encontrar posada por esta noche en esa
casita?"-
-"Oh, sí" -respondió con una voz triste, "ciertamente que podrían, pero les aconsejo
que no se aventuren a eso. No vayan."
-"¿Por qué
no?" -preguntó el muchacho.
La joven suspiró y
dijo:
-"Mi patrona
practica malas artes y siempre está indispuesta con los extraños."
Entonces comprendió
que habían llegado a la casa de una bruja, pero como ya estaba oscuro y no
podían avanzar más, y también porque no era temeroso, entraron.
La vieja mujer estaba
sentada en una mecedora cerca del fuego, y miró al extraño con sus rojos ojos.
-"Buenas
noches" -gruñó ella, y fingió ser muy amable. "Tomen un asiento y
descansen."
Ella sopló el fuego
en el que estaba cocinando algo en una pequeña olla. Su criada les advirtió a
los dos viajeros que tuvieran prudencia, que no comieran ni bebieran nada, pues
la anciana preparaba bebidas envenenadas. Ellos durmieron en calma hasta el
amanecer. Cuando ya se alistaban para su salida, y el hijo del comerciante
estaba ya sentado sobre su caballo, la anciana dijo:
-"Paren un
momento, les daré una manita con una bebida para la partida."-
Mientras ella traía
la bebida, el joven se fue, y el sirviente, que tenía que tenía que abrochar
firmemente su silla de montar, fue el único que quedó presente cuando la
malvada bruja llegó con la bebida.
-"Llévale esto
a tu patrón." -dijo ella.
Pero en ese momento
el vaso se volcó y el veneno se regó sobre el caballo, y era tan fuerte que
inmediatamente el caballo cayó muerto.
El sirviente corrió
tras de su patrón y le contó lo que había sucedido, pero no quería dejar su
silla de montar tras de sí, y regresó a recogerla. Sin embargo cuando llegó
donde el caballo muerto, un cuervo estaba sobre él picoteándolo para
devorarlo.
-"¿Quién sabe
si podremos encontrar algo mejor para hoy?" -dijo el sirviente.
Así que mató al
cuervo y se lo llevó. Y siguieron su camino dentro del bosque el resto del día,
pero no salían de él. Al anochecer encontraron una posada y entraron en ella.
El sirviente le dio el cuervo al posadero para que lo alistara para la cena.
Pero no sabían que habían llegado a una guarida de asesinos, y durante la
oscuridad de la noche, llegaron doce de ellos, con la intención de matar a los
recién llegados y robarles. Pero antes de cometer su objetivo, se sentaron a
cenar, y el posadero y la bruja se sentaron con ellos, y juntos tomaron un
plato de sopa que se había hecho con la carne del cuervo. No habían terminado
de tomar un par de cucharadas, cuando todos cayeron muertos, pues el cuervo les
transmitió el veneno que había picoteado del caballo. No quedó vivo nadie más
en la posada que la hija del posadero, quien era honesta, y nunca tomaba parte
de sus malvados actos. Ella le abrió todas la puertas al extraño, y le mostró
los tesoros que había apilados. Pero el muchacho le dijo que podía quedarse con
todo aquello, y que él no tomaría ninguna cosa. Y siguió su camino junto con el
sirviente.
Después de haber
viajado un largo trecho, llegaron a un pueblo en el cual había una bella, pero
muy orgullosa princesa, quien había mandado a proclamar que el hombre que le
propusiera a ella un enigma que ella no pudiera resolver, lo haría su esposo.
Pero eso sí, si ella resolvía el enigma, él sería encarcelado por todo un año.
Ella se daba tres
días para resolver el enigma, pero era una chica tan lista, que por lo general
al primer día ya tenía la respuesta. Nueve pretendientes purgaban ya la condena
por su intento, cuando llegó el hijo del comerciante, y cegado por el encanto
de la princesa, estuvo dispuesto a perder su libertad.
Entonces fue donde
ella, y le propuso su enigma.
-"¿Qué
es?" -dijo "uno que nunca mató a ninguno, y sin embargo mató a
doce."
Ella no sabía que
sería aquello, y pensó y pensó, pero no daba en la solución. Abrió cuanto libro
de enigmas tenía, pero no estaba escrito en ninguno. En resumen, sus
conocimientos llegaron a su fin. Como ya no sabía como ayudarse, le ordenó a su
criada introducirse en el dormitorio del joven y que escuchara sus sueños, y
pensó que quizás hablara dormido y delatara el enigma.
Pero el astuto
sirviente se había acostado en la cama de su patrón, y cuando la criada llegó,
él le jaló la capa con que se había cubierto, y la echó dándole de palos.
A la segunda
noche, la hija del rey envió a su criada de más confianza a ver si ella
podía tener éxito en la misión de escuchar. Pero el sirviente también le
soltó la capa, y la echó dándole de palos.
Ahora el joven se
sintió seguro por la tercera noche y se instaló en su cama. Pero ahora vino la
princesa en persona, que se había puesto una capa gris oscuro, y se sentó cerca
de él. Y cuando pensó que ya se había dormido profundamente y soñaba, le habló,
esperanzada en que dormido le contestaría, como muchos lo hicieron, pero en
realidad él estaba despierto, y entendía y oía perfectamente. Entonces ella
preguntó:
-"Uno que nunca
mató a ninguno, ¿qué es eso?"
Él contestó:
-"Un cuervo,
que comió de la carne de un caballo que había muerto por veneno."
Y ella preguntó aún
más:
-"Y sin embargo
mató a doce, ¿qué es eso?"
Él contestó:
-"Significa que
doce asesinos, que comieron de la carne del cuervo, murieron por ello."
Cuando ella supo la
respuesta del enigma, ella quiso salir corriendo, pero él le agarró la capa tan
fuerte que se vio obligada a soltarla y dejarla abandonada. A la mañana
siguiente la hija del rey anunció que ya había adivinado la respuesta al
enigma, y envio por los doce jueces, exponiendo la solución ante ellos. Pero el
joven pidió su derecho a la defensa y dijo:
-"Ella entró
subrepticiamente a mi habitación en la noche y me interrogó, de otro modo no
hubiera podido saber la respuesta."
Los jueces dijeron:
-"Danos una
prueba de eso."
Entonces su
sirviente presentó los tres mantos capturados, y cuando vieron el manto gris
oscuro que la hija del rey acostumbraba usar, dijeron:
-"Que ese manto
sea decorado con oro y plata, para que ella lo use en su boda con este
joven."
Y la boda se
realizó, y todos los que habían sido condenados por los enigmas previos,
quedaron en libertad inmediatamente.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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