Su cultura
Los comechingones vivieron a ambos lados de las
sierras de Córdoba, desde Cruz del Eje hasta las proximidades de Achiras, en el
departamento de Río Cuarto, tomando además una parte de la provincia de San
Luis. El límite sur estuvo establecido por los últimos cerros de la Sierra de los Comechingones.
Prefirieron las
regiones cálidas y de abundantes algarrobas. Esto explica la razón por la que
los departamentos más densamente poblados fueron Cruz del Eje, Ischilin, Minas,
Pocho, San Alberto y Calamuchita.
Esta etnia se conformó emparentada con los
sanavirones y ambas serían el resultado de un complejo cultural surgido del
encuentro de distintos tipos raciales que interactuaron culturalmente, y luego,
incluso, se entremezclaron y se asimilaron biológicamente.
El origen del término comechingón no está
precisamente definido. Contamos con tres versiones: de acuerdo con su
etimología, procedería de comi "serranía" o
"sierra"; chin, "pueblo"; y el sufijo gon, plural
de la palabra pueblo: "pueblos de las serranías". Esta misma versión
tiene una variante, la traducción de
gon sería "abundancia", por lo que el nombre
resultante es: "valle serrano de muchos pueblo?. Otra teoría dice que se
traduce: "los que viven en las cuevas” y habría surgido al ser bautizados
de este modo por su tribu vecina, los sanavirones, que hacían referencia al
hecho de que con frecuencia los comechingones moraban en cuevas. La última
versión tiende a afirmar que comechingón quiere decir "mueramuera" o
"matar”. Según esta mirada, habría sido su grito de guerra y les ha
quedado como nombre por su uso reiterativo.
En cuanto a su organización social, la familia era
el eje y se mantenía siempre unida. En cada casa vivían cuatro o cinco
matrimonios del mismo linaje. Además de las casas, había unas pequeñas
construcciones semi-enterradas donde tomaban baños de vapor. El núcleo familiar
constituía la base del ordenamiento. Por encima de él estaba la parcialidad,
que ocupaba un área delimitada y
consistían en pequeños pueblos independientes, regidos por caciques
hereditarios. Cuando crecían mucho se desintegraban en unidades menores, cada
una con un cacique propio pero sin romper su vínculo con la parcialidad matriz.
Las tierras que lindaban con el poblado eran
trabajadas en forma comunitaria. Realizaban cultivos, pastoreo y allí se
construía el jagüey, especie de pozo o zanja donde se juntaba el agua para
beber y regar.
Si bien su cultura no se basaba en la guerra, cuando
tenían que defender lo suyo eran excelentes combatientes. En estas
circunstancias se cubrían con ropajes de cuero y se pintaban la cara con
pigmentos: una mitad roja y la otra mitad negra.
Se considera que su lenguaje ha sido muy rico con
relación a la cantidad de vocablos y a su precisión, pero es realmente escaso
el material lingüístico que se ha preservado de esta comunidad, solo se cuenta
con unas pocas palabras seguras, unas cuantas dudosas, y otras que
pertenecieron a etnias vecinas y que quedaron como parte de la lengua
comechingona. Aún teniendo en cuenta esta falta de material se cree que la
tonada y el acento tan particular de los cordobeses tiene su origen en las
raíces de la lengua comechingona.
Más allá de lo que se conservó, el idioma se
extinguió y no existen esperanzas de establecer una clasificación correcta de
sus dialectos. Sí se puede aproximar que henia y camiare fueron sus
dialectos del norte y del sur, respectivamente. Es posible también que la
lengua se relacionara con el sanavirón, o que contara incluso con raíces en la
lengua diaguita. Lo cierto es que con la llegada de los españoles se comenzó a
dar la sustitución forzada de las lenguas aborígenes, comechingón y sanavirón,
por la quechua ‑traída del Alto Perú por los hombres y mujeres tomados como
esclavos‑ mezclada con la española.
Algunas de las palabras seguras, del dialecto henia
son: henen, henin, hen, pitin: "pueblo". Naguan, acan nave:
"cacique". Lemin: "pescado". Butos: "casa”.
Tica: "mojón". San: "río" o "agua".
Chi: "pezón”. Eara: "peñasco".
En el dialecto camiare: navira: "nave".
Luimin: "pescado".
Sus creencias consistían básicamente en la
veneración a un alto dios relacionado con el sol. Además de sus rituales
característicos practicaban la magia y las danzas ceremoniales que, se
considera, eran de origen amazónico. Esto se puede observar en las pinturas
rupestres de Cerro Colorado. Se estima que el hechicero hacía uso del fruto del
cebil (árbol de la zona), como droga narcotizante que era tomada por la nariz.
Esto se sostiene no solo a partir de las imágenes de las pinturas sino por el
hallazgo de tabletas de piedra que posiblemente se utilizaban para molerlo y
ofrecerlo. Aparentemente, en este rito de transformación o de corrimiento de lo
real, los comechingones veneraban la fuerza y el poder de las aves, sobre todo
de los cóndores y de las águilas. Del mismo modo que para otros pueblos fue el
felino o la serpiente, el ave ocupó en el pensamiento religioso de este pueblo
un lugar de privilegio y tuvo un rol protagónico. Los pájaros aparecen
asociados a lo mítico y a las transformaciones sufridas por los chamanes tras
el consumo de los alucinógenos.
En cuanto al sepulcro de sus muertos, estos eran
enterrados acurrucados, en posición fetal, aparentemente envueltos en cuero. Se
han encontrado recipientes de barro que pudieron haber contenido restos de
niños, pero no hay pruebas de que los comechingones enterrasen a sus hijos en
urnas, como los diaguitas, sino que lo hacían en pequeñas cámaras sepulcrales,
como las de Rumipal y Unquillo.
Esta comunidad fue adepta a los rituales, ninguna
fecha especial pasaba desapercibida: se realizaban ceremonias para festejar la
primera mens-truación en las muchachas o para despedir el alma de una criatura
cuando moría y, también, en otras ocasiones como casamientos y nacimientos. En
general estas reuniones terminaban en escenas de embriaguez. Dichas prácticas
parecen tener similitud con las de otras comunidades.
Las viviendas fueron construidas de piedra
semisumergidas en las sierras o cavadas en tierra y cubiertas con madera o paja.
Si bien su construcción denota precariedad, la elección de los materiales y su
ubicación protegida fue muy apropiada para vivir cómodamente porque mantenían
el calor durante el invierno y resultan frescas en verano. Eran más bien bajas,
la mitad estaba por debajo del nivel del terreno; no obstante, lucían amplias y
cómodas: en el centro de la habitación reinaba el fogón para cocinar y calentar
el ambiente. Para entrar o salir, utilizaban una rampa.
Se ha observado a partir de restos arqueológicos que
algunas familias cambiaban de vivienda de acuerdo con la estación. En verano
dejaban las semisumergidas para ubicarse en otras mucho más abiertas,
construidas totalmente sobre la superficie.
Se vestían con un delantal largo o faldellín, una
camiseta y una manta, por lo general de lana obtenida de camélidos que criaban
en cantidad. El delantal, atado a la cintura con una faja tejida, y la manta
eran usados a modo de túnica, con los lados cocidos. Habían desarrollado el
arte del tejido, que se hacía con tramado pequeño: hilaban con suma precisión
la lana extraída de sus llamas, alpacas y vicuñas y con el hilo confeccionaban
las prendas, con mucho trabajo en las aberturas, ruedos y bocamangas.
Tan coquetos, sus prendas solían estar adornadas con
chaquiras (conchillas planas) y tientos (tiras de cuero). Se hallaron también
pequeños elementos de cuero, barro cocido y metal que aparentemente fueron
usados para completar los accesorios de la ropa, por ejemplo: varillas de metal
que equivalían a plumas y que se ponían en la cabeza o una simple pero colorida
fajita que empleaban a modo de vincha. Algunos, además, sujetaban sus mantos
con prendedores de cobre y otros materiales. Para proteger sus pies
confeccionaban sandalias con fibra vegetal trenzada. Los caciques, guerreros y
curanderos lucían trajes de cuero muy bien ornamentados con vistosas plumas que
daban cuenta de su jerarquía. En fiestas y rituales engalanaban sus cabezas con
mandíbulas de animales salvajes.
En cuanto a su aspecto, llamó mucho la atención a
los colonizadores europeos el hecho de que los hombres se dejaran crecer una
copiosa barba, porque todos los pueblos conocidos por ellos, hasta ese
entonces, eran lampiños, altos y morenos; las mujeres usaban flequillo y
trenzaban sus largos cabellos adornándolos con las mencionadas vinchas o con
una especie de red de cuero y lana ‑cubre-nuca‑ que caía sobre sus hombros.
Su subsistencia se basaba en la agricultura;
básicamente productores, habían desarrollado la técnica de la irrigación
artificial. Cultivaban maíz, papas, batatas, quinoa, porotos, pimientos,
zapallos y maní. Además, recolectaban frutos silvestres, principalmente chañar,
tala, molle y coco. Con ellos hacían dulces y bebidas refrescantes y
alcohólicas. Pero el fruto más importante era el del algarrobo con el que, al
molerlo, hacían un pan de cierto sabor dulce (el patay). Además, al fermentar
el fruto del algarrobo negro fabricaban la aloja, que significa "bebida
alcohólica", y con el del algarrobo blanco, una refrescante bebida sin alcohol:
la añapa. La producción agrícola era complementada con la cría de rebaños de
llamas, vicuñas y alpacas, camélidos mansos de los cuales extraían leche y lana
y que también les proveían de la carne necesaria para completar su
alimentación. Esta organización sedentaria no descartaba la cacería de especies
silvestres que abundaban en la zona como los guanacos, ciervos, avestruces
americanos o ñandúes, corzuelas, venados, e infinidad de otros pequeños
animales.
Por otra parte trabajaban muy bien la cerámica,
material que obtenían mezclando arcilla con arena y mica. Luego del modelado de
las piezas, se esperaba su secado y se procedía a su cocción. Los cuencos ya
cocinados eran de color rojizo o de un gris oscuro, decorados con guardas
geométricas simples. Solían utilizarse para guardar cereales y líquidos, y
también para usos religiosos como urnas funerarias. Las huellas de cestos y
redes son visibles en los restos de alfarería hallada, por lo que se supone que
practicaban la cestería y la confección de redes. Con arcilla realizaban
también morteros, fichas para juegos, pipas y estatuillas.
Desarrollaron una excelente industria lítica,
fabricaban arcos y flechas, y utilizaban el sílex (roca compacta y dura) para
puntas de flechas, raspadores, cuchillos, cepillos, etc. Con piedra pulida
fabricaban hachas, picos, asadas y otros objetos. Conocían y empleaban también
metales como el oro, la plata y el cobre.
Si bien prácticamente la cultura comechingona fue
devastada por los invasores, la fuerza y perseverancia en la lucha de este
pueblo dejó rastros. En la actualidad el nombre de muchos de los caciques
comechingones designan lugares geográficos:
Achala: cacique
que vivió en las actuales sierras de Achala.
Ambula: cacique
que habitó la actual zona de Ambul.
Ascochinga: significa
"perro perdido". Cacique que vivió en las sierras chicas del
departamento de Colón.
Citon o
Siton: cacique que habitó las zonas de Cruz del Eje, Ischilin y noroeste de
Totoral. En este último existe una localidad denominada Capilla de Siton.
Conlara: cacique
que enfrentó al conquistador don Tristán de Tejeda. Un pueblo del departamento
San Javier en el oeste cordobés lleva su nombre.
Chuto,
Sutu o Chutu: vivió en el noroeste de la provincia, en la región
de Soto, que es una deformación de Chuto.
Sal: cacique
que habitó la zona de la actual localidad de Salsacate, en el departamento
Pocho. Salsacate: significa
"pueblo del cacique Sal".
Macha: cacique
cuyos dominios abarcaban Cruz del Eje y parte de Ischilin y Tulumba. Uno de los
cordones de las Sierras Chicas, en el departamento Tulumba se llama Sierra de
Macha.
Saldan: nombre
del cacique que vivió en la zona serrana de Saldán, departamento de Colón.
Mila o Milac: cacique
que habitó en la región serrana de Mina Clavero, en el departamento San Alberto,
Milac Navira: significa “lugar donde habita el Cacique Mila".
1.043. Parodi (Lautaro),
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