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martes, 6 de agosto de 2013

El oso

Erase una vieja que vivía en una casita algo apartada del pueblo. Tenía una vaca y seis ovejas, pero la cerca del corral estaba bastante estropeada. En invierno, ya se sabe que rondan por todas partes los lobos y los osos. Pues bien, precisamente un oso había cogido la costumbre de acercarse por las noches hasta la casa de esta vieja para comerse sus ovejas. Hizo un agujero en la cerca por la parte de atrás y se comió una oveja y luego otra... La vieja se puso entonces a vigilar, y tan preocupada estaba, que ya no distinguía el día de la noche. De manera que permanecía siempre en vela, hilando la lana de las ovejas que se había comido el oso.
El oso llegó varias veces más hasta por allí cerca para ver si podía comerse alguna otra oveja. Pero, ¡quiá! Apenas se aproximaba, oía rechinar la puerta: era la vieja que salía al corral.
Muy fastidiado, el oso cambió de táctica y, en lugar de acercarse por la parte trasera, llegaba hasta debajo de una ventana y se ponía a cantar:

Cruje, cruje, cruje…
Cruje, pata de palo,
Mientras duerme el agua
Y duerme la tierra
Y sólo una abuela
Está siempre en vela,
Dándole a la rueca...

La vieja se asomaba al portón para ver quién cantaba aquella canción tan bonita, y el oso volvía corriendo a la parte trasera, le echaba la garra a una oveja y escapaba al bosque con ella. Hasta que acabó con todas las ovejas.
La pobre viejecita echó entonces abajo su isba y se marchó a casa de un hermano suyo, donde vivieron juntos, tan campantes, sin que les ocurrieran más percances.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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