Había una vez, en
un lejano reino, dos niñas que habían nacido el mismo día en diferentes
hogares. Una, se llamaba Alía y la otra
Nerea. Alía, vivía en un hermoso castillo junto con sus papás y sus
abuelitos, era una niña muy bella, tenía muchísimos juguetes, los mejores
libros de cuentos, los zapatos y vestidos más bonitos y modernos, Su mamá y sus
abuelitos vivían para atenderla, amarla y hacer todos sus deseos, le
hacían unos cumpleaños espléndidos,
a los que concurrían los niños de toda la región. La mamá tenía mucho
trabajo en la gran mansión y estaba bastante ocupada, pero se las arreglaba
para atender a Alía. Esta era muy inteligente, se destacaba en todo lo que
hacía, tocaba muy bien el piano, era simpática, cariñosa...
-Pero... tenía un
gran defecto... a pesar de todo lo que poseía, era muy, muy, muy caprichosa y
cuando se enojaba por alguna cosilla que no le daban o hacían. ¡Sas!... hacía
renegar mucho, mucho a su mamá y a sus abuelos,
cuando estaba encaprichada, arrugaba
la cara, que se ponía muy, muy fea y peleaba, peleaba y peleaba...
peleaba con sus primos (a pesar de que los quería muchísimo), su mamá se
sentía muy mal. Cuando llegaban visitas a la casa; la gente entraba
diciendo.
-¡Qué linda nena!
Y se retiraba diciendo en voz baja. ¡¡Que nena más fea!!. Porque se portaba tan
mal que las visitas se cansaban de escucharla protestar, no dejaba
conversar a los mayores, no obedecía
cuando su mamá exasperada le decía -¡Basta, basta!!
***
En cambio Nerea, la otra niña, Vivía en una humilde
casita, no era tan bonita como Alía, ni
tenía tantas cosas, pues sus papás eran muy pobres y no podían comprarle ni siquiera las cosas que le hacían falta.
Pero Nerea era muy alegre, no se enojaba nunca, su cara estaba siempre iluminada por una sonrisa, y
cuando le pedía algo a su mamá y ésta no
podía dárselo o no tenía tiempo de hacer alguna cosa que ella le pedía, Nerea
decía. No importa mamá, cuando puedas me lo das o cuando
puedas me llevas a pasear y jugaba muy feliz con sus primitos y amiguitos, sin
pelear... bueno... algunas veces peleaba y también se enojaba, pero poquito. Y cuando su mamá le
llamaba la atención, le obedecía inmediatamente y volvía a reír, a jugar y a
estar alegre.
Las visitas de la casa, cuando entraban,
decían entre dientes:
-¡¡Que nena más feucha!! Pero
cuando se retiraban, decían a grades voces. ¡¡¡Que nena más
linda!!!.
Pasaron los años y ambas
niñas crecieron, cumplieron los 15 años y el rey de la comarca dio un gran
baile para que su hijo encontrase novia entre las hermosas doncellas que
asistirían.
Alía, estaba radiante,
bellísima en su vestido de encajes y piedras preciosas, también estaba Nerea,
con un vestido simple y sin brillo y su carita también simple. El príncipe
bailó con todas las invitadas, pero no se decidió por ninguna.
El rey le preguntó: Pero que quieres? hay doncellas
bellísimas, ninguna te conforma?
El príncipe –respondió: Primero
debo conocerlas y para ello, pasaré diez días
en la casa de cada una de ellas.Y así fue. Fue pasando por
todas las casas. Alía era muy bella y al
príncipe le gustaba mucho, pero... cuando al correr de los días el príncipe vio que era una niña ¡¡tan, tan caprichosa!! que cuando
se enojaba su cara se ponía ¡¡tan, tan
fea!! se fue de la casa antes de terminar los diez días y eligió
a Nerea para casarse cuando fueran más adultos.
Alía no lo podía creer,
tampoco el rey ¿como va a casarse con Nerea si ella es bastante feita?
Pero el príncipe sabía muy
bien lo que hacía, había elegido a Nerea por su belleza interior. Era tan dulce
y cariñosa que su cara nunca se afeaba
por el enojo. Alía, desconcertada fue a visitar a su ada madrina que
vivía en lo profundo del bosque.
Quería que ésta le
explicara, ¿si ella era la más hermosa? (lo decía hasta el mismísimo rey) ¿Porqué el príncipe la rechazó?.El Ada la recibió con mucho
cariño, le sirvió una taza de te de madreselvas y Rosas silvestres que Alía
tomaba mientras le contaba lo
acontecido. El Ada le dijo.Todo lo se, porque lo veo en
el espejo de la vida y como me siento un
poco culpable y tengo un muuuucho cargo de conciencia...-No te entiendo dice
Alía
Verás (le dice el Ada) cuando tú naciste, te llevé
muchos regalos. Te regalé: belleza, inteligencia, ingenio, destreza, riqueza,
amor.... pero.... me olvidé de lo más importante. No te di, “Límite”...
¿”Límite”? ¿y que es eso? -preguntó Alía
¡”Límite”! Es saber cuando
parar de exigir, cuando parar de reclamar cosas y acciones a los demás. Y para
ello te daré una pequeña piedrecilla de “Límite” que llevarás colgada de tu
cuello y cuando te enojes y te pongas caprichosa, solo debes tocar la
piedrecilla e inmediatamente se te
pasará el enojo y tu carita no se verá afeada.
Verás que muy pronto, vendrá de un reino vecino un apuesto príncipe que
solicitará que seas su esposa y vivirán por siempre felices.
Paty Sartori - Corral de Bustos - Argentina
1.088. Gomez de Sartori (Paty)
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