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viernes, 17 de enero de 2014

El don de la estrella - Cap XVI. Credenda

Aléjate  de  la  muchedumbre  y  de  su  afán infructuoso  de  fama  y  oro.  Nunca  vuelvas atrás la vista, una vez que hayas cerrado tu puerta al deplorable tumulto de la codicia y la ambición. Enjúgate las lágrimas del fracaso y el infortunio. Pon a un lado tu onerosa carga y descansa hasta que tu corazón haya recuperado  la  calma.  Consérvate  en  paz.  Es  ya más  tarde  de  lo  que  piensas,  pues  tu  vida terrena, en el mejor de los casos no es más que un parpadeo entre dos eternidades. Desecha todo temor. Nada puede dañarte aquí, solo  tú  mismo.  Haz  aquello  que  temes  y aprecia con orgullo esas victorias. Concentra tu  energía.  Estar  en  todas  partes  es  tanto como  no  estar  en  ninguna.  Sé  celoso  de  tu tiempo, porque es tu mayor tesoro. Recapacita sobre tus metas. Antes de permitir que tu corazón se aficione demasiado a algo, examina la felicidad de que gozan los que ya tienen lo que tú deseas. Ama a tu familia y ten muy presente tu ventura. Piensa con cuánto afán la buscarías si no la poseyeras. Haz a un lado tus sueños imposibles y lleva al cabo la tarea que  tienes  a  tu  alcance,  por  desagradable que sea. Todos los grandes éxitos resultan de trabajar  y  saber  esperar.  Sé  paciente.  Los retrasos  de  Dios,  no  son  negativas.  Espera.
Manténte firme. Ten presente que tu tesorero siempre está cerca. Lo que siembres, bueno o malo, eso será lo que coseches. Nunca culpes a los demás por tu situación. Eres lo que eres por  decisión  tuya,  eso  es  todo.  Aprende  a vivir en una pobreza honrada, si así debe ser, y ocúpate en cosas más importantes que en llevarte oro a la tumba. Nada de hacer concesiones  a  la  dificultad.  La  ansiedad  es  la herrumbre  de  la  vida  y  cuando  agregas  las cargas de mañana a las de hoy, su peso resulta intolerable.  Aléjate  de  la  compañía  del quejumbroso  y  da  más  bien  gracias  por  tus derrotas.  No  las  sufrirías  si  no  las  necesitaras. Aprende siempre de los demás. El que se enseña  a  sí  mismo,  tiene  por  maestro  a  un necio. Sé cuidadoso. No graves tu conciencia.
Lleva tu vida como si tuvieras que pasarla en una palestra llena de gente chismosa. Evita la fanfarronería. Si ves en ti algo que te hincha de orgullo, obsérvate más de cerca y encontrarás materia más que suficiente para humillarte.  Sé  sensato.  Date  cuenta  de  que  no todos los hombres han sido creados iguales, porque no hay igualdad en la naturaleza. Sin embargo,  jamás  ha  nacido  un  hombre  cuyo trabajo no haya nacido con él. Trabaja cada día como si fuera el primero, pero trata con ternura  las  vidas  que  tocas,  como  si  todas debieran acabarse a medianoche. Ama a todos, incluso a los que te repudian, el odio es un lujo que no puedes permitirte. Busca a los menesterosos.  Aprende  que  el  que  da  con una  mano  recogerá  siempre  con  las  dos.
Consérvate  en  buen  estado  de  ánimo.  Por encima de todo recuerda que se necesita muy poco  para  llevar  una  vida  feliz.  Mira  hacia
arriba.  Camina  siempre  adelante.  Aférrate  a Dios  con  sencillez  y  recorre  en  silencio  tu sendero hacia la eternidad, con caridad y con una sonrisa. Cuando partas, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor que  el que tú encontraste. 

 1.003. Andersen (Hans Christian)

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