Por regla general, casi todos los representantes de la
raza canina (que vagan sin dueño) pertenecen a la familia de los galgos en
Invierno, Primavera y Verano, merced a los largos y continuados ayunos, ora
sean mastines, sabuesos y dogos, ora sean terranovas y ovejeros. Pero maduran
los racimos, y todos los perros, hasta los galgos genuinos, se transforman en
dogos y mastines lucios y rechonchos, gracias a las panzadas ininterrumpidas
de uva que se dan, visitando noche y día los parrales y las viñas mal
custodiadas.
Cierta vez, un mastín no inculto aunque vagabundo,
secuáz de la filosofía de Diógenes, iba con más grados de hambre que pulgas
llevaba encima, su carretera adelante en busca del desayuno. Ya eran las trece
de un día casi bochornoso, a pesar de la estación, y el pobre can que, desde
temprano había tomado con los pies y las manos el camino polvoriento bajo, un
sol abrasador, sacaba la lengua respirando aceleradamente. Siguió un trecho
más y, de pronto, cruzando un terraplén, se encuentra debajo de un verde y
tupido parral.
La hora, el silencio profundo, la soledad convidaban
al reposo; el can apagó la sed en el agua de un dornajo, y se tendió de largo
a largo, mirando con un ojo hambriento los bermejos racimos colgados ¡ay! a
cuatro metros de altura. Después de un breve descanso, púsose el mastín
bruscamente en sus cuatro pies y comenzó a dar saltos que ni los de una pulga,
pensando alcanzar con las estrechas quijadas las codiciadas uvas. Todos sus
intentos, todas sus desesperadas piruetas y cabriolas quedaron en la nada.
-"¡Bah!", dijo al fin, "no vale la pena
molestarse por esos cuatro granos de uva verde. Dejémoslos para los perros
atorrantes y muertos de hambre".
Por fortuna, no tardó en topar con un basurero o
muladar donde pudo saciar el hambre atrasada con montones de orujo, y granos
marchitos o verdes de racimos desechados.
1.087.1 Daimiles
(Ham) - 017
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