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viernes, 22 de marzo de 2013

El mastín y las uvas

En la provincia de San Juan, en Mendoza, en el Manga, cerca de Montevideo, en el Río Grande do Sud, y sospecho que en todo estado, provincia y departamento donde Noé tiene imi­tadores y se cultiva la viña, es cosa harto conocida la meta­mórfosis que experimentan los canes en Otoño, tiempo de la vendimia.
Por regla general, casi todos los representantes de la raza canina (que vagan sin dueño) pertenecen a la familia de los galgos en Invierno, Primavera y Verano, merced a los largos y continuados ayunos, ora sean mastines, sabuesos y dogos, ora sean terranovas y ovejeros. Pero maduran los racimos, y todos los perros, hasta los galgos genuinos, se transforman en dogos y mastines lucios y rechonchos, gracias a las panzadas ininte­rrumpidas de uva que se dan, visitando noche y día los parrales y las viñas mal custodiadas.
Cierta vez, un mastín no inculto aunque vagabundo, secuáz de la filosofía de Diógenes, iba con más grados de hambre que pulgas llevaba encima, su carretera adelante en busca del des­ayuno. Ya eran las trece de un día casi bochornoso, a pesar de la estación, y el pobre can que, desde temprano había tomado con los pies y las manos el camino polvoriento bajo, un sol abra­sador, sacaba la lengua respirando aceleradamente. Siguió un trecho más y, de pronto, cruzando un terraplén, se encuentra debajo de un verde y tupido parral.
La hora, el silencio profundo, la soledad convidaban al reposo; el can apagó la sed en el agua de un dornajo, y se ten­dió de largo a largo, mirando con un ojo hambriento los berme­jos racimos colgados ¡ay! a cuatro metros de altura. Después de un breve descanso, púsose el mastín bruscamente en sus cua­tro pies y comenzó a dar saltos que ni los de una pulga, pensan­do alcanzar con las estrechas quijadas las codiciadas uvas. To­dos sus intentos, todas sus desesperadas piruetas y cabriolas quedaron en la nada.
-"¡Bah!", dijo al fin, "no vale la pena molestarse por esos cuatro granos de uva verde. Dejémoslos para los perros atorrantes y muertos de hambre".
Por fortuna, no tardó en topar con un basurero o muladar donde pudo saciar el hambre atrasada con montones de orujo, y granos marchitos o verdes de racimos desechados.

1.087.1 Daimiles (Ham) - 017

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