El Dr. Hern cree que en el mundo visible hay lugares
vacíos, vacua o algo
así, agujeros, como si dijéramos, a través de los cuales los objetos animados e
inanimados pueden caer en un mundo invisible y no volver a ser vistos ni oídos.
La teoría dice más o menos así: el espacio está impregnado de éter lumínico,
que es algo material; una sustancia parecida al aire o al agua, aunque
infinitamente más atenuada. Toda fuerza, todas las formas de energía deben
propagarse en ese medio; todo proceso que tiene lugar, tiene lugar en él. Pero
supongamos que existen cavidades en este medio, por otra parte universal, del
mismo modo que existen cavernas en la tierra o agujeros en el queso suizo. En
tales cavidades no habría absolutamente nada. Sería un vacío tal que jamás
podría reproducirse por medios artificiales; porque si extraemos el aire de un
recipiente, el éter lumínico permanece en él. A través de dichas cavidades no
podría pasar la luz, porque no encontraría ningún soporte. El sonido tampoco
podría salir de ellas; no se podría percibir nada. No habría ni una sola de las
condiciones necesarias para la acción de nuestros sentidos. En resumen, en un
vacío de ese tipo no podría ocurrir nada. Ahora, en palabras del escritor
anteriormente citado, pues el sabio doctor no lo explicó en ningún sitio de un
modo tan conciso: «Un hombre encerrado en un espacio así no podría ver ni ser
visto; oír ni ser oído; sentir ni ser sentido; ni vivir ni morir, porque tanto
la vida como la muerte son procesos que sólo pueden tener lugar donde hay energía,
y en un espacio vacío la energía no podría existir.» ¿Son éstas las horribles
condiciones (preguntará alguno) bajo las que los amigos de los desaparecidos
han de pensar que ellos existen, y estarán por siempre condenados a existir?
De modo escueto e imperfecto como aquí se ha
enunciado, la teoría del Dr. Hern, en tanto que declara ser una explicación
adecuada de «misteriosas desapariciones», está expuesta a muchas objeciones
evidentes; al menos tal y como la enuncia en la «espaciosa volubilidad» de su
libro. Pero incluso la exposición que hace su autor no explica los hechos
relatados en estos apuntes y, a decir verdad, es incompatible con algunos de
ellos: por ejemplo, el sonido de la voz de Charles Ashmore. Pero yo no soy
quién para otorgar afinidad a los hechos y a las teorías.
1.007. Briece (Ambrose)
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