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domingo, 24 de marzo de 2013

El mono y el leopardo

Emulos de aquel charlatán llamado El Vasco Vivillo, que ya conocemos, fueron en cierta feria un mono y un leopardo.
Ambos caballeros de industria, tenían a su servicio sendos embaucadores encargados de colocar los carteles en que apare­cían las veras efigies del cuadrumano y del cuadrúpedo ocelado, y perpretar discursos que se parecían como un huevo a otro a las arengas del Vasco; razón por la cual no los transcribo aquí, atenién-dome tan sólo al epílogo que decía, más o menos, lo siguiente:
-"¡Nadie deje de venir a verme, si quiere saber lo qué es una piel sedosa, abigarrada, polícroma, mosqueada y llena de vetas de diversos colores! (Habla el Leopardo). Conócenme las gentes, y no han dejado de verme los magnates y los reyes. Cuando la Parca cruel corte el hilo o piolín de mi vida, esta piel será entregada al mejor postor de los soberanos. ¡Entrad, señores, hoy: mañana será tarde".
¿A quién no le gusta ver una bestia pintarrajeada de paso por la ciudad? Grandes y chicos entraron, pues, y contempla­ron al ocelado felino un minuto. No había más que mirar, aun­que el gatazo iba de un lado a otro en su jaulán, y todos salieron.
Por su parte, en el otro extremo de la feria, el Mono chi­llaba desde su barraca:
-"¡Entrad todos, entrad señores, veréis a un descendiente de Marajadi y sobrino de Marroquín hacer mil escamoteos y juegos de prestidigitador. Llegó ayer en tres fragatas y un ber­gantín expresamente para hablaros del porvenir de vuestra urbe. Mi compadre Leopardo sólo ofrece una piel manchada; por más variada que sea, sólo es exterior y en un momento se acaba de ver, Yo os ofrezco el campo variadísimo de mi ingenio: digo chistes, retruécanos, propongo adivinanzas, bailo, doy sal­tos mortales, paso por el aro mejor que el Mono Rey, ejecuto mil pruebas acrobáticas en el trapecio. Todo por diez centavos; y quien no esté conforme con la sesión recibirá su dinero en la puerta de salida".
Este mono hablaba como un libro bien escrito. ¿Qué im­porta la policromía en el vestido si el alma está como tabla rasa ! Un pobre, remendado y erudito, nos puede dar compa­ñía grata por meses y años; un quidam bien vestido y huero de espíritu enfada desde la tercera frase. Lo hemos visto en la narración de "El Sabio pobre y el Rico necio".

"¡Cuántos y cuántos andan por ahí, forrados de casimir, cargados de oro, cuajadas las manos, la pechera, el cuello de pedrería, no siendo más que unos pobres leopardos sin pizca de seso!”

1.087.1 Daimiles (Ham) - 017

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