Érase una vez una muchacha,
tan pobre como piadosa, que vivía con su madre, y he aquí que llegaron a tal
extremo en su miseria, que no tenían nada para comer. Un día en que la niña fue
al bosque, encontróse con una vieja que, conociendo su apuro, le regaló un
pucherito, al cual no tenía más que decir: "¡Pucherito, cuece!", para
que se pusiera a cocer unas gachas dulces y sabrosísimas; y cuando se le decía:
"¡Pucherito, párate!", dejaba de cocer.
La muchachita llevó el
puchero a su madre, y así quedaron remediadas su pobreza y su hambre, pues
tenían siempre gachas para hartarse. Un día en que la hija había salido, dijo
la madre: "¡Pucherito, cuece!", y él se puso a cocer, y la mujer se
hartó. Luego quiso hacer que cesara de cocer, pero he aquí que se le olvidó la
fórmula mágica. Y así, cuece que cuece, hasta que las gachas llegaron al borde
y cayeron fuera; y siguieron cuece que cuece, llenando toda la cocina y la
casa, y luego la casa de al lado y la calle, como si quisieran saciar el hambre
del mundo entero.
El apuro era angustioso, pero
nadie sabía encontrar remedio. Al fin, cuando ya no quedaba más que una casa
sin inundar, volvió la hija y dijo: "¡Pucherito, párate!", y el
puchero paró de cocer. Más todo aquel que quiso entrar en la ciudad, hubo de
abrirse camino a fuerza de tragar gachas.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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